-¿Pero encuentra alguna explicación a tanta zancadilla y a tanta dificultad para hacerlo realidad?

-Es difícil. Nos encontramos con una oposición tremenda por parte del BNG de Caldas de Reis y también por Anova. Casi fue una manía persecutoria cuya razón no entendíamos muy bien. No teníamos más que trabas burocráticas y nos enfrentamos a situaciones muy difíciles que al final resolvimos favorablemente en todos los casos con la ley de nuestra parte. Estoy seguro de que muchos otros hubiesen tirado la toalla con todo lo que tuvimos que pasar, pero sabíamos que el derecho a poder hacerlo nos asistía. Quizás las ganas de hacerlo bien nos llevó a precipitarnos en algún momento, pero finalmente se demostró que el aeródromo es algo que puede ayudar en muchos aspectos.

-¿Quizá haya sido un proyecto que enseguida se ha etiquetado con algo negativo? ¿Cómo si todo lo relacionado con la aviación, aunque sea de ultraligeros, fuese sinónimo de ostentación?

-Así lo quisieron ver unos pocos. Esos fueron los que nos etiquetaron de todo. Desde nuevos ricos a contrabandistas, todo por el simple hecho de tener un lugar en el que poder disfrutar de lo que es volar. Nos tacharon de algo que no somos cuando la gran mayoría no saben que lo que cuesta un ultraligero puede llegar a ser mucho más barato que muchos coches que ves habitualmente por la carretera.

- Bien es cierto que cuando se habla de ultraligeros, licencias de piloto o paracaidismo se tiende a pensar en algo excesivamente caro para el común de los mortales.

-Pero eso pasa por desconocimiento puro y duro. Los aviones son como los coches, los hay de muchos precios. También hay BMW por un precio asequible. Hay aeronaves de todo tipo. Todas andan y todas vuelan. Lo mismo pasa con las bicicletas. Ahora hay muchas bicicletas más caras que muchos ultraligeros. Hay muchos deportes más exigentes económicamente que volar, pero no se sabe.