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Ostomizados: los límites están en la cabeza

Dos arousanas que conviven o han convivido con bolsas abdominales explican como lograron reconstruir sus vidas

Inmaculada Rodríguez, ayer en Vilagarcía. // Iñaki Abella

El día de las Letras Galegas de 2007 hacía buen tiempo, y la vilagarciana Cristina Torrado decidió dar unas vueltas en moto de agua por la playa de Area da Secada, en A Illa. Pero aquella plácida tarde se transformaría en una pesadilla cuando la joven se cayó de la moto y se golpeó contra el agua a toda velocidad. El impacto fue tan fuerte que varios de sus órganos sufrieron lesiones muy graves. Tuvieron que operarla y le hicieron una colostomía. Al despertar de la anestesia, Cristina Torrado se encontró con una bolsa pegada a su abdomen, y sintió que la vida se le había acabado con solo 24 años.

Ayer se celebró el Día Mundial de los Ostomizados, que son aquellas personas a las que se les ha practicado una ostomía, una abertura artificial en el abdomen por la que expulsan sus desechos corporales. En Galicia hay 5.000 personas ostomizadas, y en el área sanitaria de Pontevedra-O Salnés, unas 2.000. Se estima que solo en los municipios del área de influencia del Hospital do Salnés, se practican unas 20 cirugías nuevas cada año. Una de las metas del Día Mundial es demostrar tanto a los ostomizados como a los demás ciudadanos que el hecho de portar una bolsa en el abdomen no tiene por qué suponer una barrera, ni vital ni profesional.

Ejemplos de ello son Cristina Torrado, que ha tenido dos hijos, o un buceador profesional de Vilagarcía que peleó incansablemente durante tres años hasta que logró convencer al tribunal médico que le había dado la incapacidad absoluta de que tener un estoma en la barriga no era impedimento para seguir ganándose la vida como buceador. Lo logró tras grabarse bajo el agua.

Otra ostomizada, Inmaculada Rodríguez, es contundente: "Yo viajo en moto, me baño en la playa, trabajo, conduzco... La bolsa no me ha creado ninguna limitación".

Las ostomías se practican normalmente a pacientes que han sufrido ciertos tipo de cánceres, como el de colon, a quienes han padecido enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad de Crohn o incluso accidentes de tráfico. En un 40 por ciento de los casos son irreversibles, y el paciente ha de convivir para siempre con el estoma, mientras que los demás son susceptibles de recuperar el tránsito intestinal mediante la cirugía.

El mundo se derrumba

El dolor y la desolación les acompaña siempre en los primeros momentos. Cristina Torrado tenía 24 años cuando el maldito accidente con la moto de agua le cambió la vida, y recuerda que, "al principio me lo tomé muy mal. En el hospital me negaba a cambiar la bolsa y no quería ni escuchar a Beatriz", en alusión a Beatriz Crespo, enfermera supervisora de ostomías en Pontevedra y O Salnés.

"Ella me traía libros con información, neceseres con cosas que me iban a hacer falta, y yo le respondía que no iba a aprender nada, que no iba a hacer nada. Yo le decía que se llevase todo eso que me traía a la habitación del hospital, pero ella me lo dejaba encima de la mesilla".

Hasta que un día, más de un mes después del accidente, Cristina Torrado se despertó una mañana, "y pensé que aquello era lo que me había tocado, y que tenía que aceptarlo". "En ese momento, decidí que la bolsa era parte de mí y empecé a hacer vida".

Apasionada de las motos, siguió montando, y tampoco se perdió las famosas concentraciones de Jerez, con la diferencia de que en vez de alojarse en un campin, iba a un hotel, ya que necesitaba tener a mano un aseo.

Con el tiempo, Beatriz Crespo y su equipo de estomaterapeutas explicaron a Cristina Torrado que incluso podría vivir sin bolsa, gracias a la aparición de unos materiales nuevos que protegían el estoma a voluntad, y que incluso le permitían vestir bikini los días de playa.

Y tres años después de la colostomía, el Sergas le ofreció la posibilidad de operarse en un hospital de Tarrasa, donde había unos cirujanos que estaban logrando éxitos importantes en la reconstrucción del tránsito intestinal. "Nunca habían operado a una persona ostomizada por culpa de un accidente, así que de algún modo fui como un conejillo de Indias". La operación consistía en reconstruir el esfínter de la paciente con fragmentos de los músculos de una pierna, y aunque el primer intento no salió bien, la arousana no se rindió y volvió a pasar por el quirófano. Tras varias operaciones, y unos meses de trabajos de rehabilitación, ya no necesita ni la bolsa ni el estoma.

Cristina Torrado se ha convertido en un ejemplo de tesón y superación para los ostomizados, hasta el extremo de que acompaña a menudo a Beatriz Crespo a sus charlas informativas. La vilagarciana es también un ejemplo que la ostomía no es una condena vital pues uno de los aspectos que más preocupa a los afectados es si podrán tener hijos, y ella ha tenido dos. "Fue lo primero que pregunté cuando me operaron tras el accidente. En ese momento no pensaba tenerlos, pero sí pensaba en el futuro".

A esta vilagarciana, que trabaja como cajera en un supermercado, no le gusta dar consejos, pero a quienes vayan a ser ostomizados en breve les diría que, "tengan paciencia, porque si te dejas guiar por la gente que sabe, al final te das cuenta de que no es tan malo".

"Me salvó la vida"

Cristina Torrado se encontró con la bolsa de la noche a la mañana, pero Inmaculada Rodríguez, una telefonista del Sergas de 52 años, vecina de Vilagarcía, supo durante muchos años que tal vez la necesitaría. Le diagnosticaron enfermedad inflamatoria intestinal, y se daba cuenta de que "la enfermedad no iba bien".

La posibilidad de ser ostomizada aterrorizaba a esta mujer, que es socia de Asseii (Asociación socio sanitaria educativa inflamatoria intestinal, con sede en Pontevedra). "Lo llevaba mal, porque siempre fui una persona activa, muy presumida, así que me negaba a aceptar la bolsa". Sin embargo, al final no le quedó más remedio que ponerse en manos de los cirujanos, y el 1 de julio de 2013 le practicaron la ostomía. "Le tenía muchísimo miedo, y sin embargo al final me salvó la vida", reflexiona ahora.

"Es cierto que al principio parece que se te va a acabar el mundo, y yo me derumbé el primer día que salí del hospital porque la bolsa no funcionaba como esperaba. Pero tienes que darte cuenta de que al operarte, te han dado un segunda oportunidad".

De hecho, asegura sin titubear que, "hoy en día tengo una calidad de vida que no tenía entre 2000 y 2013. Siempre digo que volví a nacer el 1 de julio de 2013". "No me siento limitada por la bolsa. Las limitaciones se las pone cada uno a sí mismo, y no están en la bolsa, sino en la cabeza".

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