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María del Carmen Dios: "El 40% de los furtivos de bañador reaccionan mal cuando los descubrimos mariscando"

"Lo que más me duele es que muchos son gallegos, y saben que no se puede hacer"

María del Carmen Dios, en una imagen de archivo. // Iñaki Abella

El pequeño puñado de almejas que unos bañistas se llevan para su casa como trofeo de una tarde de playa o para adornar un plato de arroz, multiplicado por cientos de bañistas, puede convertirse al cabo de un año en miles de kilos de marisco extraídos ilegalmente de los arenales, con el consecuente daño económico que padecen los mariscadores. El llamado "furtivismo de bañador" no es anecdótico, y de hecho los Gardacostas de la Xunta intervienen de media cada verano en torno a una tonelada de bivalvos arrancados de la arena por bañistas. El problema es especialmente grave en A Illa de Arousa, de ahí que este fuese el punto de partida de "Non sexas pirata", una campaña de la Consellería do Mar que pasó varias jornadas en arenales de A Illa para explicar que a las playas hay que ir a relajarse y a disfrutar, no a coger marisco.

-¿Cuál es la evolución de la incidencia del "furtivismo de bañador" con respecto a los últimos años? ¿Están surtiendo efecto las campañas informativas?

-El problema se mantiene estable. Aún no ha empezado el periodo fuerte, que es agosto, pero hasta ahora vemos que la incidencia del problema es más o menos la misma que los últimos años.

-¿Cuántas actas se levantan a la semana en A Illa?

-Si tuviésemos que hacer una media, diría que se está poniendo una denuncia al día.

-¿Cómo suelen reaccionar los bañistas cuándo se ven sorprendidos cogiendo marisco?

-Generalmente, se hacen los locos. Los que no saben que están haciendo mal tienen el marisco a la vista y no dejan de buscar cuando las vigilantes se acercan a ellos. Pero el que va con la idea de coger marisco a sabiendas de que no puede actúa de otra forma. Lo esconde en algún lugar próximo, espera toda la tarde tomando el sol o bañándose, y al terminar recoge y se marcha con él. El lunes pasado vimos a una familia entera que estaba escarbando en una playa. Llamamos al vigilante, y cuando llegó allí encontró que el terreno estaba completamente removido. Pero no había ni rastro de marisco. Lo habían escondido, y por mucho que buscamos, no lo encontramos.

-¿Cuál es la cantidad máxima que han conseguido intervenir a un "furtivo de bañador"?

-El año pasado le cogimos siete kilos a uno. Eso ya no es ningún puñado.

-¿Los infractores asumen que están actuando mal y que deben devolver el marisco a la playa?

-La mayoría dicen que lo estaban haciendo por curiosidad y sí que lo devuelven al mar. Pero un 40 por ciento de las personas a las que vamos a llamar la atención reacciona mal. Las mariscadoras ya están avisadas de que tienen que ir siempre con buenas formas y que no deben perder los nervios. Intentamos explicar a los bañistas que ese marisco no está en la playa por casualidad, y que tampoco nació solo, que pasamos mucho trabajo sembrándolo y cuidándolo, y que hemos invertido dinero nuestro en él. Pero aún así hay mucha gente que reacciona diciendo que les dejemos en paz y diciéndonos que no sabemos con quién estamos hablando. Cuando una persona se pone agresiva, hay que retirarse y se llama al vigilante.

-¿Alguna vez la discusión ha derivado en agresiones físicas?

-En los cuatro o cinco últimos años, no, pero antes sí que se llegó a las manos en alguna ocasión. Pero que yo recuerde, siempre fueron los bañistas los que le levantaron la mano a las mariscadoras.

-¿Hay más infractores gallegos o de fuera de la comunidad?

-Hay de todo, pero sí que hay muchos gallegos. Eso es lo que más me duele, que haya bañistas que se ponen a mariscar sabiendo perfectamente que no se puede. Incluso hay gente que se pone a hablarte en castellano para hacerse pasar por turistas, pero con un acento gallego que te das cuenta de que están intentando engañarte. Cuando ves a una persona mirando continuamente para el terreno y levantando la vista para mirar a su alrededor cada poco tiempo, es que sabe perfectamente que lo que está haciendo está mal. El año pasado llegamos a una playa donde habíamos sembrado almeja pequeña, y nos encontramos con dos adultos y seis críos haciendo una piscina en medio del cultivo. A medida que escarbaban iban saliendo las almejas, y las metían en los cubitos de los niños. Y eran de Santiago.

-Algunos niños reciben un mal ejemplo de sus padres.

-Si eres una persona con un mínimo de respeto por el lugar que vas a visitar no te pones a hacer una piscina en medio de un cultivo de almejas, porque vas a matar la mitad del marisco. No se le puede dejar a los niños que hagan agujeros grandes donde les dé la gana. En otra ocasión, encontramos una niña que estaba escarbando y metiendo las almejas que le aparecían en su cubito. Estaba sola, y nos llamó la atención que cuando fuimos junto a ella no apareciese nadie, ni los padres, ni un hermano mayor, nadie... Le explicamos a la niña que eso no se podía hacer, que tenía que dejar las almejitas porque si no se iban a morir, y ella miraba atentamente a las mariscadoras, pero no decía nada. Al final, dejó las almejas, se levantó y se acercó a su madre diciéndole: ¿Ves, mamá, como no dejan coger las almejas? Precisamente, en A Illa estamos insistiendo mucho en los talleres con los niños. Queremos que comprendan que el marisco hay que cuidarlo y que los bañistas no lo pueden sacar de la playa. Queremos que sean los propios niños los que corrijan la actitud de los padres.

-¿Existe alguna valoración de las pérdidas que les han originado los bañistas?

-No es fácil saberlo. Lo que sí podemos determinar es la cantidad aproximada de marisco que hay sembrado en una playa determinada. Y en algunas de ellas al final del verano hemos encontrado solo el 35 por ciento de ese marisco.

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