"Llegará un tiempo en que los pájaros caerán del cielo, los animales de los bosques morirán, el mar se volverá negro y los ríos correrán envenenados. En ese tiempo, hombres de todas las razas y pueblos se unirán como guerreros del arcoíris para luchar contra la destrucción de la tierra". Es decir, como "rainbow warriors" (guerreros del arco iris en inglés). Es de esta profecía de una tribu indígena de donde nace el nombre del buque insignia de Greenpeace, un velero de casi 58 metros de eslora que ayer arribó a Vilagarcía en la que es su primera visita a Galicia desde su botadura en 2011.

Se trata del Rainbow Warrior III, el único de los barcos de la organización ecologista que fue construido expresamente para ella, por lo que se diseñó empleando tecnología verde, con sistemas sostenibles. El Warrior II, que Greenpeace donó a una ONG de Bangladesh como barco-hospital, se trataba de un pesquero adaptado, no era un velero en sus inicios.

El MV Esperanza (1984) y el Arctic Sunrise (1975), los otros dos barcos junto al Rainbow Warrior III que componen la flota actual de Greenpeace, eran en sus orígenes un barco de bomberos ruso y un pesquero de focas respectivamente. Ahora su misión es bien distinta: el primero se utiliza para perseguir balleneros o transportes nucleares, y el segundo para viajar a los Polos y documentar los efectos del cambio climático.

El Rainbow Warrior III que desde ayer permanece atracado en el muelle de O Ramal (la escala se prolonga hasta el lunes) ha navegado por todo el globo terráqueo, visitando países como Sri Lanka, Taiwán, Sudáfrica o México, entre muchos otros. Mide 5,15 metros de calado y 11,30 de manga y utiliza el viento para surcar los mares. De hecho con su sistema de cinco velas (dos de ellas invertidas) que suman 1.290 metros cuadrados de superficie se pueden llegar a alcanzar los 12 nudos de velocidad. Solamente son necesarias dos personas para abrirlas y recogerlas. Cada uno de los dos mástiles mide 50 metros de altura.

Juande Fernández es responsable de Movilización de Greenpeace, donde lleva trabajando veinte años. Viaja en el Rainbow Warrior III, pero también lo hizo en el II, que era más grande pero no tan funcional ni con las condiciones de habitabilidad del buque actual. "La cocina es más grande y las cabinas [habitaciones] están todas juntas en una misma planta, no repartidas", señala el activista.

Siempre que es posible se navega a vela, pero cuando la tripulación está apurada para llegar a puerto y necesita ir a mayor velocidad, se recurre a un propulsor eléctrico que se alimenta de un generador de gasoil, "con una eficiencia energética muy superior al motor de gasoil", indica Fernández. Si con este sistema tampoco es suficiente es cuando se tira de las máquinas principales. Por tanto hay tres opciones de movimiento.

El calor generado por el motor se emplea para calentar el agua a bordo del barco. Cuenta con un sistema para el combustible que previene los vertidos, tiene un tratamiento biológico de las aguas grises y negras y su pintura está libre de tóxicos.

En la vida a bordo del Rainbow Warrior III también se siguen hábitos respetuosos con el medio ambiente. "Toda la comida que compramos es de producción ecológica y en puerto adquirimos productos de proximidad. Separamos los residuos y evitamos el plástico de un solo uso", explica el responsable de Movilización de Greenpeace.