Filigranas de escayola en los techos; muebles de madera maciza; alacenas en las que sobreviven delicadas vajillas de otro tiempo... La casa Jaureguízar es, vista desde fuera, una completa ruina, pero una vez dentro se aprecian todavía pequeños detalles de su viejo esplendor. Eso sí, necesitará mucho más que una mano de pintura, y la práctica totalidad de sus habitaciones son muy pequeñas, y posiblemente haya que mover algún tabique si se pretende habilitar algo semejante a un salón de actos en el futuro centro de encuentro de las personas mayores.

Tras la firma de la compra en el Salón Noble de Ravella entre el alcalde, Alberto Varela, y la delegada del Plan Nacional sobre Drogas, María Azucena Martí, y ante la presencia de la notaria vilagarciana Marina González, fue el alcalde el encargado de abrir la puerta que da acceso a la huerta.

Se trata de un pequeño espacio, pero en el que sorprende la existencia de un pequeño cultivo de coles todavía cuidado. Hay que tener en cuenta que la casa Jaureguízar lleva décadas vacía -a no ser por la presencia esporádica de okupas- de ahí que esos pequeños pies de verdura llamen la atención.

La casa Jaureguízar ya existía a principios del siglo XX, aunque la familia que le dio nombre no llegaría a Vilagarcía hasta la década de los 40. Procedían del País Vasco, y se establecieron en Arousa tras lograr los contratos para un serie de obras en el Puerto. Compraron la casona, que ya entonces estaba situada en una de las zonas nobles de la capital arousana, y le imprimieron su personalidad, con una serie de reformas. En el jardín interior llegaron a construir un frontón de pelota vasca.

La propiedad cuenta con protección de Patrimonio, de ahí que las intervenciones que se vayan a realizar en ella tengan que ser especialmente escrupulosas con la esencia arquitectónica e histórica.

Pero eso no evita que haya que realizar modificaciones interiores para adaptarlo a su uso con personas mayores. La escaleras, por ejemplo, carecen de pasamanos, y lógicamente el edificio no tiene ascensor. El inmueble consta de planta baja, primer piso y bajo cubierta, y en el exterior tiene un cobertizo que funcionó como gallinero.