Cada verano que pasa la capacidad de regeneración de Areoso se pone a prueba, y cada vez es más evidente que está alcanzando sus límites. El islote perteneciente a A Illa de Arousa se ha convertido en un lugar que recibe a cientos de visitantes casi sin control, pese a que las administraciones se han esforzado, en los últimos años, por implementar algunas medidas que se están quedando cortas.

Un ejemplo de esta situación es el espacio dunar de Areoso, que este verano ha vuelto a ser objeto de la presión de los cientos de visitantes que recibe, en especial, la duna que se encuentra en las inmediaciones de la mámoa 4. Tras la intervención arqueológica del pasado año, la duna había comenzado a recuperarse y a fijar vegetación durante el invierno, pero de ella ya no queda absolutamente nada debido al constante paso de personas por el lugar.

El Concello de A Illa es consciente de la situación y espera que el Plan de Usos que está redactando la Consellería de Medio Ambiente, sirva para "reducir el flujo de personas en el islote, pero sobre todo, para que esos visitantes sean conscientes de que se encuentran en un espacio natural que debe ser protegido y que deben cumplir una serie de normas muy estrictas", explica la edil de Medio Ambiente de A Illa, Gabrielle von Hundalhausen.

El Plan de Usos serviría para regular el acceso de personas. "Nosotros queremos que Areoso sea un lugar visitable, pero dentro de unos límites totalmente regulados, sin masificación y con la conciencia de que se está entrando en un hábitat natural que en todo momento debe preservarse, por eso esperamos que se comience a aplicar el próximo año", indica la edil.

Es precisamente en la concienciación ciudadana y en la educación donde se encuentra gran parte del problema que sufre Areoso, ya que "un buen número de visitantes cumplen las normas que figuran en paneles explicativos en todos los muelles de la ría, pero hay otros que saltan las vallas, caminan o se tiran por encima de la duna, e incluso, molestan a los animales que crían en ese entorno", señala Von Hundelhausen.

Así lo constató recientemente Pablo Iglesias, fundador del colectivo Pandulleiros que, la pasada semana, se acercó hasta Areoso y regresó totalmente decepcionado ante el espectáculo que vio, con "gente paseando por encima de la duna y de la mámoa, ningún panel informativo explicando que no se debe actuar así en un espacio protegido como éste".

Iglesias reconoce estar bastante desilusionado "porque me da la sensación de que esta batalla se está perdiendo, es cierto que las administraciones han dado pasos, pero demasiado lentos, y da la impresión de que todo este patrimonio natural les importa poco protegerlo". Una de las cuestiones que más preocupa al isleño es que "desde los años 80, el islote ha experimentado un retroceso abismal, parece que ha cruzado el punto de no retorno y la lengua de arena está condenada a desaparecer si no se ponen medidas para evitarlo; es nuestro patrimonio y en estos momentos está en juego, aunque las administraciones no parecen darse cuenta de ello".

En su visita a Areoso, llegó a tener un altercado dialéctico con un grupo de personas que "se disponían a merendar encima de la mámoa, lo que indica el nivel de concienciación sobre el valor del patrimonio que tienen algunos de los que visitan el islote".

Azotado por las mareas de la ría de Arousa, el islote acostumbra a modificar su imagen cada año, pero en los últimos años "todos los que lo conocemos desde hace décadas, nos hemos dado cuenta de que se parte en dos con demasiada frecuencia, algo que no ocurría antiguamente", explica Iglesias. Precisamente en la zona en la que el mar acaba dividiendo el islote se encuentra gran parte de la riqueza arqueológica de esta pequeña lengua de arena, ya que es donde se ha localizado el paleosuelo, lugar en el que los arqueólogos encontraron una mandíbula humana de época castrexa.

Es por ello que "se hace urgente una regulación del islote, un control de las visitas, y sobre todo, sentido común a la hora de acercarnos a un lugar tan frágil como es Areoso", reconoce una de las personas que participó en la excavación arqueológica del pasado año. Es precisamente "la ausencia de civismo lo que puede poner en peligro el espacio dunar que rodea la mámoa, ya que ésta se encuentra suficientemente asegurada para soportar pesos, pero la duna que la rodea sí hemos constatado que ha sufrido daños que podrían haberse evitado si los visitantes fuesen más cuidadosos".