Propia de las zonas montañosas de los ayuntamientos incluidos en el Parque Natural Baixa Limia-Serra do Xurés, en la provincia de Ourense, y en las estribaciones montañosas del homólogo parque nacional portugués de Peneda-Gerês, la vaca cachena se situó hace tiempo al borde de la extinción. Pero no solo no ha desaparecido, sino que ahora también pasta y se reproduce en los montes de O Grove, gracias a un proyecto de silvipastoreo impulsado por los comuneros de la parroquia de San Vicente.

Este colectivo, presidido por Manuel Castro, no solo ha sabido introducir en sus montes a esta peculiar especie que algunos definen como "mitad cabra, mitad vaca", dado lo desproporcionado de sus cuernos en relación a su escasa envergadura; con unos 600 kilos que alcanzan los machos y unos 400 que pesan las hembras, de apenas 122 centímetros de alzada.

Pero no, los comuneros no se conforman con ver cómo las cachenas campan a sus anchas por una considerable superficie de monte -alrededor de 100.000 metros cuadrados-, luciendo sus andares y su portentosa cornamenta hasta convertirse en un reclamo turístico añadido para el municipio grovense. También han empezado a sacar partido a su sabrosa, preciada y cada vez mejor cotizada carne.

Prueba de ello es que empezaron a venderla, a un precio de unos ocho euros por kilo. Pero también la fiesta de exaltación organizada ayer en los montes de Con da Hedra, bajo una carpa instalada en una de las fincas que usan habitualmente las reses.

Fue solo la segunda edición, aunque la asistencia de trescientos comensales, y el hecho de que pudieran constatar que la carne de cachena convence, tanto guisada como al estilo "caldeiro", parecen argumentos suficientes para concluir que esta de Con da Hedra es ya una cita gastronómica de primer nivel; un evento merecedor de un lugar destacado en ese gran comedor que es Galicia.

El alcalde, José Cacabelos, y el concejal de Rural, Juan Otero, fueron un año más testigos de excepción de este acontecimiento, respaldando así a la comunidad de montes y al conjunto de la parroquia en esta apuesta por la promoción de la cachena, puesta a la mesa de forma copiosa junto con un igual de abundante entrante a base de empanada y un pulpo á feira, tanto por su tamaño como por su calidad y preparación.

Pero el plato fuerte fue, sin duda, la carne de vaca. O mejor dicho, la de dos becerros, uno de 110 kilos de peso y diez meses de vida y el otro de 145 kilogramos y un año de edad, de los que se obtuvo una carne tan sabrosa como tierna y jugosa, según los comentarios generalizados de los comensales.

Quizás el secreto esté en la alimentación o en el clima que encuentran en la parroquia de San Vicente, donde las cachenas dejan afeitados los montes, contribuyendo así a prevenir los incendios.

Sea cuál sea el motivo por el que esta especie autóctona se encuentra tan a gusto en territorio meco, lo que queda fuera de toda duda es la exquisitez de su carne, y fiestas como la organizada ayer por los comuneros -lógicamente con música y una larga sobremesa- contribuyen a darla a conocer, propiciando así que la cachena siga recuperándose dentro y fuera de esta localidad y de Galicia.