Para controlar las biotoxinas y los desprendimientos

El proyecto Mytiga, como se detalló en otras ocasiones, permite analizar de forma conjunta las bases de datos sobre las Rías Baixas en poder del Instituto Español de Oceanografía, el CSIC y el Intecmar.

Este último centro, ubicado en Vilaxoán, dispone de una red de monitorización desde 1992 "que aporta tanto información físico-química como biológica", mientras que el IEO y CSIC contribuyen principalmente con datos ambientales.

Según explicó hace unos años en O Grove el investigador Antonio Padín, "con la conjunción de esos datos y los modelos numéricos oceanográficos podemos obtener información pormenorizada sobre la variabilidad observada a lo largo de estos veinte años, así como sobre las correlaciones y dependencias que se establecen entre diferentes variables en el interior de las rías", obteniendo así resultados relacionados con los cambios ambientales y biológicos más significativos y su repercusión en la producción de fitoplancton.

Ya entonces incidía el científico en que una segunda fase del proyecto iba a centrarse en "crear un sistema de monitorización en tiempo real, destacando el que se realizará en la propia batea con el objetivo de medir la respuesta del mejillón a las diferentes condiciones ambientales, como temperatura, salinidad y oleaje".

Se observa así "la evolución de las condiciones bajo la batea al mismo tiempo que la actividad del propio mejillón y su apertura valvar", para determinar "si se está alimentando y en qué medida" o para tratar de concretar el grado de desprendimiento de molusco y sus causas. Con todo esto en la mano se desarrollarán modelos predictivos para pronosticar la evolución de las variables ambientales y biológicas que afecten al cultivo del mejillón y planificar la estrategia de explotación para minimizar impactos de las floraciones de algas tóxicas y anticiparse.

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