Carmen Martínez sostiene que la historia del olivo en Galicia "es fascinante" y mucho más rica de lo que a priori se puede presuponer. Así, plantea que se cultivó mucho durante la Edad Media, pero que cayó en desuso sobre el siglo XVII. Supuestamente, esto se debió a que el conde-duque de Olivares tenía mucho interés en repoblar las tierras yermas de Castilla, y que incentivó la colonización desde Galicia subiendo los impuestos sobre la producción del aceite.

La bióloga recuerda que existen otros rastros del pasado "aceitero" gallego, como podrían ser la denominación de Vigo como "ciudad olívica", o la presencia de almazaras -lugar donde se obtiene el aceite procedente de la aceituna- en varios puntos de Galicia. Uno de ellos es Quiroga, donde existe una fiesta del olivo, y donde los vecinos han transmitido al equipo del CSIC que "hacían aceite hasta no hace mucho para autoconsumo y trueque".

Las variedades más conocidas son las que se cultivan en los latifundios andaluces, como la arbequina o la hojiblanca. Al respecto, la directora del grupo el Consejo señala que posiblemente a éstas "les cueste más adaptarse a las características de Galicia". No obstante, plantea que la capacidad de adaptación de las variedades autóctonas es muy alta, y que producen "unos aceites muy diferentes". En este trabajo, el CSIC cuenta con el apoyo de diversas organizaciones, como las asociaciones gallegas de viveristas y de olivareros, así como de la Fundación Juana de Vega.

"Es un asunto de gran interés comercial para Galicia, y desde un punto de vista científico es apasionante". La producción de aceite de oliva es testimonial en O Salnés y Ullán, para ya existen algunos ejemplos. Así, se cultiva en la parroquia de Setecoros (Valga), y en Meaño hay al menos tres familias que lo han probado y que lo ven incluso como alternativa al vino albariño.