La elevada temperatura del agua del río Umia, el bajo caudal a su paso por Ponte Arnelas y las diferencias de velocidad a la que baja es la sintomatología que ayer comprobaron los ecologistas de O Salnés en la rutinaria inspección de primavera que realizan desde hace más de una década en este punto.

La situación es por lo menos llamativa pues ya se ha observado algo parecido en otros cauces fluviales de Galicia aunque todavía es imposible determinar las causas concretas, si bien podrían atribuirse a la escasez de lluvias del pasado invierno.

Los ecologistas constatan que el agua se calentó unos tres grados centígrados por encima de lo habitual pues el termómetro marcaba a mediodía de ayer los 17.

Pero también vieron una reducción del caudal en casi medio metro bajo el puente, pues ayer alcanzaba 140 centímetros cuando lo normal es de 180. Y les faltaba por comprobar la velocidad del cauce que también se incluye en los rangos que pide Proxecto Ríos para conocer el estado en que se encuentran los ríos gallegos.

A estas alertas hay que sumar los resultados que se han obtenido en anteriores análisis pero que todavía no han sido corroborados por lo que esta mañana recogerán muestras para llevar a un laboratorio en el que se determinen niveles de nitratos, metales pesados o residuos de vertidos si los hubiere.

Dolores Barreiro, coordinadora del estudio en el Umia, admite que el cambio de temperatura puede ser preocupante si se estabiliza en el tiempo porque disminuiría la concentración de oxígeno en el agua lo que puede perjudicar la biodiversidad del entorno del río Umia.

Por su parte, las biólogas Raquel González y Cecilia Devesa hacen hincapié en la necesidad de proteger las riberas del río e incluso abogan porque la Administración repueble el bosque de ribera, muy degradado por la presión del hombre.

"Solo han dejado una hilera de árboles autóctonos, que además están muy viejos, por lo que es necesario sustituirlos", recomienda Raquel González, quien recuerda su vital función de dar sombra.

Cecilia Devesa es del mismo parecer cuando subraya los problemas que provoca la menor vegetación en las riberas de los ríos. "Ese es uno de los motivos por el que los ecologistas nos oponemos rotundamente a la senda peatonal que se proyecta a orillas del río Ulla", señala.

Pero a su vez recuerdan que gran parte de los problemas de los ríos se debe a otras causas como la instalación de alumbrado, la masificación de las sendas, los cultivos o la construcción de viviendas.

Entienden que la protección de los ríos pasaría por aumentar la vegetación de las riberas, pues además de dar sombra al paraje previene la erosión y también de las crecidas y consiguientes inundaciones tan habituales en estos entornos.

Asimismo se han fijado en las plantas y especies invasoras que destruyen la biodiversidad propia, si bien todavía no tienen datos actualizados sobre la situación en que se hallan los macroinvertebrados, reptiles, peces y anfibios.