"Son muchos los vecinos que se han acercado a ver ya la botella, y se muestran encantados con que sea un reclamo turístico para Fofán y su zona", explica Mónica Novas que, con su pareja, son los impulsores de esta iniciativa de turismo rural bautizada como "Made in Fofán". "Incluso hemos recibido llamadas de gente -agrega- que, sabedoras de que vamos a dedicar su interior a sala de catas, se mostraron interesadas por cuándo estará disponible".

Y esa fecha de disponibilidad pretenden sus promotores sea el mes de junio. Pero la botella no solo va a ser sala de cata: "En realidad -explica Novas- vamos a dividir su interior en dos estancias, una a modo de habitación para poder hospedarse, y otra como sala de catas en sí". "Pero la idea -añade- es que todo el interior sea muy diáfano, con las dos salas comunicadas visualmente, y muy luminosas, por cuanto la luz entrará por ocho ventanas habilitadas a todo lo largo en ambos laterales, más una novena en lo que es el fondo de la botella y una décima en lo que sería el corcho".

El exterior de la botella fue pintado en verde por la coruñesa Paula Fraile, que diseñó una etiqueta donde reza "Agrochic house made in Fofán". "El término agrochic -explica Mónica Novas-lo concebimos para intentar transmitir que a la gente que vive en el campo, que en ocasiones se suele relacionar con suciedad, puede resultar lo contrario y ser incluso, ¿por qué no?, algo refinado y singular".

Ahora falta por acabar el interior. "Nos queda -apunta Mónica Novas- habilitar una puerta que dé acceso al interior a través de una pequeña escalera que se pueda desplegar, habilitar la tarima del suelo, pintar el interior en color blanco para potenciar la luminosidad, y disponer luego una decoración vintage inspirada en los años 60 que es el aire que le queremos dar".

El viejo recipiente permaneció años aparcado junto al depósito de agua comarcal de Vilanova. Respondía a un viejo proyecto de los años 90 impulsado por Alfonso González Real, un aventurero lucense afincado en Navarra y cocinero de profesión que tenía una curiosa afición a los retos deportivos. En el año 1983, cuando contaba 35 años, recorrió 5.300 kilómetros de ríos de media Europa y aguas del Atlántico metido en un barco-paellera. Luego, en 1992, reconvirtió en embarcación un tonel de vino al que dotó de motor fueraborda en su intento de llegar a Ámsterdam.

Pero no solo retos deportivos, también los gastronómicos con comidas pantagruélicas, como aquella dada en 2002 en Boqueixón (Lugo) destinada a 3.000 personas en el marco de una concentración motera. Tanto que su nombre llegó a aparecer reflejado hasta en tres ocasiones en el libro Guiness de ls récords.

A finales de los años 90 el albariño sería el protagonista de un nuevo reto náutico. Llegó a Cambados con la ilusión de lograr una nueva proeza náutica: echarse a la mar en un barco con forma de botella de Rías Baixas. Y puso manos a la obra construyendo esta botella equipada con motor y aparejo para vela, y cuyo fondo era un ojo de buey para otear el horizonte. Sin embargo, aquellos planes quedaron en mera ilusión y la botella apenas sí se hizo a la mar, quedando atracada en tierras vilanovesas sucumbiendo en tierra al paso del tiempo y al olvido.

Ahora esta pareja afincada en Fofán se ha decidido por recuperarla y está a punto de presentarla al público. "Pretendemos hacerlo en junio -apunta Mónica Novas- en un acto que congregue a gente de la zona y todos aquellos que vienen a nuestros cursos de repostería y panadería ecológica que organizamos".