Buenos callos para combatir el calor
Los organizadores de la fiesta de O Mosteiro sirvieron nada menos que 4.500 raciones cocinadas durante casi 20 horas para que estén en su punto de cocción
A.T. | Meis
El Campo da Feira do Mosteiro conmemoró por todo lo alto el primer cuarto de siglo de la Festa dos Callos en la que agotaron las 4.500 raciones que tres cocineros prepararon con 700 kilos de garbanzos y otros 2.400 de carne cocidos durante casi veinte horas.
Cocinar para tanta gente es un mérito por sí mismo pero servir a todo el gentío en apenas dos horas debe ser un suplicio a tenor del ritmo que el casi medio centenar de camareros voluntarios tuvieron que seguir para satisfacer la tremenda cola que se formó desde la caseta de los tíckets hasta el mostrador en el que se servían las raciones.
Por solo seis euros, dinero que incluía el recipiente y la cunca de vino, cada comensal pudo degustar alrededor de tres cucharones de sabrosísimos callos, porque ayer estaban "deliciosos", repetían en distintas mesas.
Miles de personas acudieron a esta fiesta gastronómica tan impropia del verano. Muchos porque es un plato económico, otros porque así puede juntarse la familia en una comida al aire libre, y otros tantos o más, porque se trata de un plato en el que los cocineros de Mosteiro son especialistas.
Y no es para menos. Aunque la fiesta lleva 25 años de celebración, los callos han sido el plato estrella de la parroquia meisina in illo tempore. Y es que ya en las ferias del XIX y XX había casas que ofrecían este manjar a los que acudían a la feria para comprar o vender productos agrícolas o ganaderos.
Se recuperó así una tradición que ha permitido encontrar algunas de las recetas más exquisitas para que los callos se ajusten a todos los paladares: Ni muy duros, ni demasiado tiernos, ni muy picantes, ni muy salados. El secreto, dicen, está en las horas de cocción.
Pero también en la calidad del producto que una vez más sirvió la empresa cárnica Montiño, como explicó José Carlos Iglesias, uno de los funcionarios que ayer llevó la batuta de la multitudinaria fiesta.
Fue una cita que congresó a varias generaciones, desde niños a mayores, que han tenido oportunidad de degustar no solo las excelencias de la cocina de Mosteiro, sino también un buen pulpo a feira de O Carballiño, churrasco o rosquillas de los puestos ambulantes.
Para los más jóvenes de la casa, un montó de hinchables y otras atracciones que hicieron sus delicias a pesar de que estaban situadas bajo un sol de justicia, que no consiguió arredrarles.
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