Historias do Salnés

Una emperatriz en Vilagarcía

El ayuntamiento gastó 96 pesetas en los carruajes y Eugenia de Montijo donó 100 pesetas para el asilo

La emperatriz llegó a la estación en junio de 1896.

La emperatriz llegó a la estación en junio de 1896.

VÍCTOR VIANA | VILAGARCÍA

El doctor Julio Cruz y Hermida, en la conferencia que dio en la Real Academia de Medicina de Asturias sobre la biografía médica de la emperatriz Eugenia de Montijo, dijo que "hay que convenir que tuvo su primera experiencia vital sobre una tierra que se resquebrajaba a modo de saludo sismológico a los primeros alientos de su vida".

Sus padres, Cipriano Palafox Portocarrero, conde Montijo y Teba, y la madre María Manuela Kirkpatric de Closeburn pronto la enviaron a París para estudiar en el Colegio de la Sacre Coeur. Posteriormente ya huérfana de padre, viaja con frecuencia a Granada y visita Italia, Inglaterra y Alemania hasta que definitivamente fija su residencia en París deambulando por los mejores salones de la capital. En uno de ellos conoce a la princesa Matilde Bonaparte, prima de Luis Napoleón, la cual presenta a la granadina al futuro emperador de Francia "que queda prendado de su belleza, distinción y talento, cortejándola vehementemente".

Casa con el emperador francés Napoleón III en el año 1853 y participa de alguna forma en la política francesa, desempeñando la regencia del imperio en las ocasiones en que el emperador estuvo en el extranjero bien por las guerras o visitas a Argelia, participando en todos los actos importantes, tal como la inauguración de canal de Suez en el año 1860, construido por su pariente lejano Fernando de Lesseps.

Tras el hundimiento del Segundo Imperio en 1870, la familia se exilia en Inglaterra, y tras el fallecimiento de su marido, Eugenia de Montijo se retira a Biarritz alejándose totalmente de la política. Posteriormente fallecería su hijo en Sudáfrica peleando contra los zulúes en el ejército inglés.

Viajó con frecuencia a España y en el viaje que realizó a Madrid en 1870 para ver a su madre que se estaba quedando ciega es cuando se inició la leyenda de la emperatriz como una especie de viuda alegre. Dijo sobre este viaje Lord Cowley a la reina de Holanda: "Oigo que la Emperatriz ha estado divirtiéndose en España mucho más de lo que hubieran aconsejado las circunstancias".

Con la llegada de Eugenia de Montijo a Pontevedra se iniciaba su viaje a Vilagarcía. Efectivamente, llegó a la estación del ferrocarril de la capital el 29 de junio de 1896. Cansada del largo viaje, fue llevada a la fonda de doña Engracia Casal en la calle de la Oliva para descansar, y allí acudió el gobernador civil de la provincia para saludarla protocolariamente. Dicen las crónicas que Augusto González Besada "le ofreció el brazo para bajar de la fonda", y la emperatriz le pidió al gobernador que le acompañase algún guardia en el viaje que pensaba iniciar hasta Vilagarcia ya que este sería por la noche.

El cronista pontevedrés Prudencio Landín hace el siguiente relato de este viaje a Vilagarcía: "Eran las nueve de la noche cuando salía de Pontevedra, para Villagarcía, en un modestísimo coche de caballos, con dos guardias en el pescante, aquella emperatriz de los grandes y fastuosos trenes; la que asombraba al mundo con el esplendor de sus carruajes; la que fue a sus bodas de Notre Dame, entre tambores y clarines, en la misma carroza que Napoleón I y Josefina; la que, siempre admirada y envidiada, descendía ceremoniosamente, de sus carretelas de concha sobre los mármoles y las alfombras, con paso de minué.

En Villagarcía la esperaba su yate "Thistle" para continuar a La Coruña y seguir a Asturias con objeto de asistir a la confirmación en Covadonga, de Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII. Pero antes quiso ir a Santiago, donde, a pesar del riguroso incógnito con que viajaba, fue objeto de rendidos homenajes por el prelado, la Universidad, la aristocracia gallega con el Marqués de Figueroa a la cabeza y por el Cabildo, que hizo funcionar el botafumeiro en honor de la ex soberana de Francia". Ya en Vilagarcía y de acuerdo con los archivos municipales, Eugenia de Montijo se dedicó a recorrer el municipio y sus alrededores durante los días uno y dos de julio, para lo que se puso a su disposición y acompañantes por parte del Ayuntamiento, dos carruajes, todo lo cual le supuso al municipio unos gastos de 96 pesetas.

Cuando ya se disponía a embarcar se encontró con un fuerte oleaje que impidió su traslado al yate, y además surgió un grave problema médico: su cocinero se puso enfermo y fue diagnosticado de pulmonía grave, sin que los servicios médicos municipales pudieran hacer nada por salvar su vida. Todos estos imprevistos hicieron que su estancia en Vilagarcía se prolongara más de lo que inicialmente había previsto Eugenia de Montijo, de tal forma que no fue hasta el día 4 de julio en que pudo embarcar en su famoso yate.

El "Thistle" era muy conocido en Europa por haber embarcado en el, la mayoría de la nobleza europea. En alguna ocasión, toda una escuadra de guerra había desfilado ante el yate, tal como sucedió en aguas de Noruega cuando toda la flota alemana lo hizo ante la presencia de la emperatriz y el Kaiser Guillermo, embarcados ambos en el "Thistle". Había sido el segundo yate que había poseído la emperatriz. El primero había sido el "L'Aigle", pero estando en Inglaterra lo perdió, con lo que le compró al duque de Hamilton el que sería el famoso "Thistle". Uno de sus biógrafos, Kurtz, decía de este yate que "como embarcación no era precisamente un yate de la clase real; vibraba, se agitaba y se acunaba cuando la mar estaba ligeramente movida. Por esta razón, muchas veces las ofertas para navegar con ella eran rechazadas. Pero la Emperatriz estaba inmunizada contra el mar y cuando había tormenta solía trepar hasta el puente para disfrutar de la experiencia". Esto explica la obligada estancia en el puerto del yate ante la tormenta surgida cuando se disponía a partir.

En términos meramente económicos y al margen de lo que gastara la tripulación y acompañantes de Eugenia de Montijo, fue positivo para Vilagarcía, ya que el ayuntamiento gastó 96 pesetas en los carruajes, y la emperatriz donó 100 pesetas para el asilo de Vilagarcía.

Cuando años más tarde falleció Eugenia de Montijo, el periódico local Galicia Nueva hizo el siguiente comentario: "Hace años visitó Galicia, pasando por ella con el pseudónimo de Condesa de Teba, que era el que usaba desde que había perdido el trono de Francia? El Rey concederá honores de Soberana al cadáver de la ex Emperatriz que será embalsamado con objeto de trasladarlo a Inglaterra en donde reposará al lado de su esposo e hijo".

Tracking Pixel Contents