A finales del pasado siglo, entre 1998 y 1999 se cumplió el que era un sueño para los grovenses y una necesidad de vital importancia para los intereses turísticos de la localidad: el sellado del vertedero de basuras de Monte das Flores, que había funcionado durante dos décadas y ocupaba alrededor de 12.000 metros cuadrados.

Muchos recordarán aún que a diario lo primero que se veía al llegar al istmo, y por tanto la primera y desesperante imagen que se apreciaba al entrar en O Grove, eran las negras columnas de humo provocadas por la constante incineración de residuos. Y muchos recordarán también que al pasar cerca el olor que desprendía aquel foco de contaminación era insoportable, llegando a detectarse a kilómetros de distancia cuando el viento era intenso.

En aquella época este tipo de vertederos, y también los incontrolados, proliferaban en prácticamente todas las localidades de la comarca y casi nadie podía pensar que algún día se alcanzarían los niveles de recogida y reciclaje existentes en la actualidad.

Fue entonces, siendo conselleiro de Medio Ambiente Carlos del Álamo, y actuando José Antonio Galiñanes Mascato como alcalde grovense, cuando llegó el plan de erradicación y sellado de los vertederos existentes en Galicia, y el de O Grove fue uno de los primeros en desaparecer.

Se cree que la zona puede estar regenerada en un plazo de treinta años a contar desde la clausura, por lo que puede decirse que este lugar ha alcanzado ya el ecuador del ambicioso plan ejecutado por la Consellería de Medio Ambiente y el Concello para recuperar la zona.

Se trata de regenerar y revalorizar el espacio para, en el futuro, poder desarrollar sobre él actuaciones de diferente índole, aunque solo se permiten acciones que no supongan perforar el vaso o cuenco en el que se encuentra enterrada toda basura.

Esto supone que el viejo vertedero puede convertirse en un mirador, aprovechando sus vistas privilegiadas sobre el istmo de A Lanzada, o incluso albergar algún tipo de proyecto de silvipastoreo, aunque inicialmente tendría que ser con empleo de burros, ovejas u otros animales que no alcancen demasiado peso, pues utilizar caballos o vacas podría afectar a la malla de protección enterrada bajo el manto vegetal y estratégicamente colocada sobre el antiguo vertedero.

En cualquier caso todo ello son elucubraciones, ya que todavía habrá que esperar al menos una década más antes de que el Concello pueda pedir a la Xunta que realice las inspecciones y mediciones oportunas para constatar que no existen lixiviados ni gases peligrosos para la salud pública y el medio ambiente.

Cuando eso ocurra -y puede pasar, porque la regeneración parece avanzar por el buen camino- será el momento de pensar qué hacer en el antiguo basurero. Pero mientras tanto el Concello tiene que seguir protegiendo ese lugar para que se regenere de manera totalmente natural y apropiada.