Mantener en un perfecto estado de conservación una iglesia es difícil y costoso. Se trata de templos construidos en algunos casos hace varios siglos, y su mantenimiento exige un importante esfuerzo económico. Un ejemplo de ellos es el de la catedral de Santiago de Compostela, bajo cuya cornisa también ha crecido un pequeño jardín silvestre y que sufre problemas de humedades en varios puntos. Las obras de restauración costarán en torno a tres millones de euros.

Salvando las distancias, en O Salnés también se han realizado actuaciones importantes para la conservación de algunas iglesias. Así, Diputación y Xunta de Galicia invirtieron 600.000 euros en diversos trabajos en la iglesia del monasterio de Armenteira, que sirvieron también para eliminar filtraciones y limpiar las paredes, en las que había crecido el verdín.

Más recientemente, la Diputación y el Concello de Ribadumia invirtieron 200.000 euros en la iglesia de Santa Baia. Se cubrió el suelo de piedra con madera y se limpiaron las paredes. En Caleiro, los vecinos reunieron en una colecta 40.000 euros para restaurar el tejado y ahora están pendientes de arreglar el interior. Y es conocido el estado semirruinoso de la antigua iglesia de A Pastoriza, en el mismo centro de Vilanova.