El caldero de bronce encontrado recientemente en el Monte do Castro ha suscitado el interés de investigadores a nivel nacional ya que se trata de una pieza única en el noroeste peninsular.

Es sin duda todo un enigma aunque existen estudios y teorías sobre la función ritual de este tipo de recipientes de bronce en la época castrexa, usados por tanto en ceremonias especiales.

En absoluto tiene la categoría del caldero de plata de Gundestrup, hallado en Dinamarca, y cuyo estado de conservación es excepcional, pero si tiene una enorme relevancia a la hora de interpretar el mundo celta gallego y sus creencias.

La pieza fue encontrada hace unas semanas en la croa del Monte do Castro. Se trata de un recipiente construido con finas láminas de bronce, lleno de remaches y grabado en el borde con figuras que todavía no han sido descritas por los restauradores.

El caldero, de unos 45 centímetros de altura y unos cinco kilogramos de peso, se encontró totalmente aplastado y meticulosamente escondido bajo tierra, lo que indica el importante valor que tenía para su poseedor esta pieza, incluso para la población.

En algunos círculos se habla de que este recipiente podía tener un carácter mágico. Incluso ponen de manifiesto que podía ser un caldero de sacrificios y por tanto de rituales específicos.

Sin embargo, nada de ello puede ser corroborado científicamente pues ni siquiera se ha logrado que el caldero recobre su forma original. Rafael Rodríguez admite que la pieza ha adquirido una gran relevancia, aunque solo sea por el hecho de que es el primero que se localiza completo en Galicia.

"Hasta ahora se habían localizado fragmentos o incluso algunos aros con algún grabado pero nunca uno que esté conservado en su integridad", explica el arqueólogo provincial.

De ahí que el propio director del Museo de Pontevedra, José Carlos Valle Pérez haya expresado su admiración por una pieza tan relevante y que en breve va a formar parte de las vitrinas que se dedican al castro de Leiro.

Los restauradores han conseguido limpiar la tierra y han iniciado una minuciosa recuperación del metal, pero ya han advertido de la imposibilidad de devolver la forma original al caldero, debido a su fragilidad. En principio temen provocar graves destrozos en esta pieza exclusiva del castro de Besomaño.

Es de destacar que el recipiente de bronce fue localizado en un punto estratégico del castro, justo en la croa y al lado de una muralla en cuyas proximidades también se localizó un tesorillo con varias monedas romanas, entre ellas una del siglo III después de Cristo, es decir en un momento en que el poblado celta ya estaba deshabitado pues había sido devastado por el fuego dos siglos antes.

La importancia del lugar en el que se halló radica en el hecho de que es la zona más alta del poblado celta y por tanto donde los arqueólogos se han fijado desde un principio por creer que podría ser el área que el poblado reservaba a las actividades políticas y/o religiosas.

De hecho, hasta que comenzó la excavación en la croa se daba crédito a la creencia popular de que una de las rocas de la cumbre era la "Pedra da Santa".

Al final fue un fiasco pues al proceder a la excavación se comprobó la escasa envergadura de la roca. Antes se había hablado de la posibilidad de que estuviera compuesta por unos peldaños y una especie de pila de agua. Pero además contaba con su estratégica situación, en lo más alto del monte y mirando al orto y a la ría de Arousa como fondo en el horizonte.

También se suponía que en esta zona podrían localizarse otros edificios que podrían tener un uso público o místico para los pobladores.

Después de los últimos trabajos se observa que la zona es una continuación del poblado castreño y de hecho se han dibujado ya al menos cuatro cabañas circulares.

En esta parcela también destaca una construcción que pudo hacer las veces de una herrería, con la particularidad de que en su exterior existe una zona empedrada que se conserva de forma bastante completa, lo que le añade singularidad.