La rebelión que casi termina con el municipio de Vilanova
El historiador Víctor Viana relata en un libro como Baión, András, Tremoedo y A Illa se anexionaron a Vilagarcía en 1935
A.MARTÍNEZ | VILANOVA
En 1935 el municipio de Vilanova de Arousa atravesaba un tremendo calvario económico. Y algunas de sus parroquias observaban con envidia la pujanza económica de la vecina Vilagarcía, que ya entonces tenía dos mercados semanales, un puerto de referencia debido a la emigración a Sudamérica, estación de ferrocarril y un incipiente tejido comercial...
Así las cosas, las parroquias más alejadas del centro administrativo de Vilanova decidieron unilateralmente abandonar este ayuntamiento y unirse al de Vilagarcía. Una historia que inició Baión y que a punto estuvo, según algunas fuentes, de significar la desaparición de este municipio, absorbido por Vilagarcía.
El pediatra jubilado e historiador Víctor Viana relata este apasionante episodio del pasado local en un libro que edita la Asociación Amigos de Valle, y que se presentó ayer en O Cuadrante con motivo de los homenajes a Valle Inclán. En su obra Viana trata de arrojar luz sobre un capítulo poco conocido de la historia vilanovesa, y que tuvo grandes consecuencias para la localidad durante muchos años: hubo manifestaciones y tumultos y los litigios judiciales agravaron el quebranto económico de la administración local.
Primero fue Baión
De las cuatro parroquias que se segregaron la que llevaba más tiempo intentándolo era la de Baión. En 1864 un grupo de vecinos solicitó al gobernador civil su anexión a Vilagarcía "porque les interesaba desde el punto de vista económico, con mejores comunicaciones, y porque según su criterio las leyes les amparaban", explica Viana.
El gobernador pidió entonces sendos informes a los municipios implicados, y posteriormente los remitió a la Diputación de Pontevedra, pero este organismo decidió que no había lugar a la segregación.
Pero Baión no se rindió. El centro administrativo de Vilanova les quedaba a más de diez kilómetros de distancia, que a principios del siglo pasado eran muchos, mientras que tenían al lado la carretera que unía la capital de la provincia y la pujante Vilagarcía. Los vecinos de Baión hacían sus negocios en esta última ciudad, y entendían que lo más lógico por cercanía y comunicaciones era pertenecer a la misma.
Finalmente dan el paso en 1935, y Viana recuerda que "era seguro que otras parroquias de Vilanova seguirían su iniciativa. Es lo que conocemos actualmente como efecto contagio". Así, poco después también se separan de Vilanova otras tres parroquias relativamente distantes del casco urbano, como son A Illa, András y Tremoedo.
Víctor Viana relaciona la segregación de las dos últimas también con las comunicaciones, aunque apunta en su libro que este factor no fue en absoluto determinante en el caso de A Illa, ya que para sus vecinos la adhesión a Vilagarcía no implicaba "una mejoría de las comunicaciones. Al contrario, les supondría más tiempo de navegación", de ahí que el historiador considere que "en el caso de A Illa, lo que les condujo a separarse de Vilanova fueron las mejores condiciones económicas de Vilagarcía".
Viana plantea otras ventajas de tipo social, como la existencia de gran número de sindicatos y asociaciones gremiales en la Vilagarcía previa a la Guerra Civil, lo que era muy atractivo para muchos vecinos del entorno.
Las segregaciones causaron un hondo malestar en Vilanova. Aunque el Ayuntamiento inició un proceso judicial para invalidarlas, fueron muchos los vilanoveses que reaccionaron con violencia, sobre todo después de que el periódico vilagarciano Galicia Nueva "interpretase que lo que se pretendía era anexionar por completo todo el municipio de Vilanova al de Vilagarcía", añade el historiador.
"El ambiente que se creó en la capital del municipio de Vilanova fue poco menos que bélico contra los pretendidos defensores de la desaparición del municipio de Vilanova, y ello se tradujo en algaradas, ataques y huelgas generales, lo que obligó al gobernador a enviar a Vilanova a la Guardia Civil y a la Guardia de Asalto para intentar restablecer el orden".
Viana relata en su libro como aún así el alcalde vilanovés enviaba telegramas urgentes al ministro de la Gobernación y al gobernador civil solicitándoles "ayuda urgente, pero sobre todo el cambio de localización de la casa consistorial, a fin de que los manifestantes tuvieran más difícil sus ataques al Ayuntamiento". Este traslado se produce a la parroquia de Caleiro, donde hubo que instalar también una base de la Guardia Civil para proteger el edificio consistorial. Una circunstancia que empeoró aún más la débil salud económica de Vilanova porque "durante la Segunda República los gastos de intervención de la guardia pública dependían del municipio y no del Gobierno Civil".
Más gastos
Pero lo peor desde el punto de vista económico todavía estaba por llegar. El Ayuntamiento de Vilanova llevó las segregaciones a la administración de justicia, y esto suponía un gasto considerable. El proceso fue "lento", y se alargó una década, hasta 1945. "Esto nos sirve para argumentar una situación un tanto curiosa -añade Viana- y es el hecho de que en medio de una guerra civil atroz los tribunales de justicia de lo Contencioso-Administrativo siguieran funcionando igual que antes de la contienda".
Para explicar este fenómeno Víctor Viana alude a una teoría inglesa según la cual "en el inicio de la Guerra Civil, en julio de 1936, gran cantidad de funcionarios de la carrera judicial estaban de vacaciones, y muchos de ellos, bien por ser gallegos o por estar de vacaciones en Galicia, hicieron que la administración de justicia pudiese funcionar al inicio de la contienda con un nivel de eficacia semejante al de antes de 1936".
Sea como fuere, Vilanova vivió diez años convulsos y complejos, hasta que en 1945 los jueces ordenan a Baión, Tremoedo, András y A Illa reintegrarse en Vilanova. Una situación recibida con alivio, pero que dejaría graves secuelas en el ayuntamiento, ya que según los datos de Víctor Viana éste había gastado un 3,84 por ciento del presupuesto municipal en el juicio de Tremoedo, y un 11 por ciento (184.500 pesetas de 1945) en el de las otras tres parroquias.
- El problema de las colonias de gatos
- O Grove, donde el centollo encubre a la almeja
- Un conductor temerario alardea por redes sociales y termina detenido
- Rubiáns se convierte en un paraíso de camelias
- Ribadumia tendrá que pagar 30.100 euros a una extrabajadora municipal
- O Salnés, el valle de los pazos gallegos
- Abelardo Barcala, pieza clave en la conversión de Rubiáns en tierra de camelias
- Las motos se pusieron de gala en Vilagarcía