Poco podía imaginarse Emilia Pardo Bazán, cuando en el año 1899 escribía sobre A Toxa y la leyenda del burro, que más de un siglo después sus palabras, y ella misma, iban a estar de máxima actualidad.

Actualmente, en la emblemática isla se alojan dos burros fariñeiros, llamados Emilia y Pardo, que dentro de unos meses tendrán una cría, a la que se bautizará como Bazán.

Contribuir a la preservación del Equus asinus y ponerles su nombre y apellidos es el particular homenaje que el Concello de O Grove hace a la escritora, de la que también se habla en los paneles informativos instalados en la isla cuando se adecentó como Parque Forestal y zona de paseo.

"Las alusiones de Emilia Pardo Bazán al burro que se sanó en A Toxa por bañarse en sus fangos termales son de las primeras conocidas, por lo que puede constatarse que la leyenda forma parte de nuestra historia desde hace ya mucho tiempo", indican en el Concello.

Las mismas fuentes aportan el artículo titulado "La vida contemporánea", publicado por Pardo Bazán en la revista "La ilustración artística". Y citan aquel trabajo como un testimonio fiel de los orígenes de la isla y de los comienzos de O Grove como destino termal y turístico.

Aquellos fueron los comienzos, ya que desde entonces se corrió la voz y se habló tanto del burro como de las potencialidades termales y balneoterapéuticas de la isla, de forma tal que A Toxa se convirtió en el estandarte del turismo en Galicia.

Y no está de más recordarlo ahora, cuando en Madrid se celebra una nueva edición de la Feria Internacional del Turismo (Fitur). Evidentemente, el contraste es espectacular. Las modernas estrategias de marketing poco o nada tienen que ver con aquellos inicios de la explotación termal en A Toxa y del sector turístico de O Grove.

Por eso quizás sea conveniente incidir en lo sucedido entonces, cuando Emilia Pardo Bazán hablaba de A Toxa como "una isla en la ría de Arosa cuya galanura y belleza se han hecho proverbiales ya en España".

Explicaba a sus lectores que "solo existen verdaderas rías en el país gallego", entendiendo éstas como "brazos de mar que al internarse en la tierra reciben mezcla de agua dulce".

A Lanzada

La ilustre escritora abundaba en esto para detenerse en que "a dos pasos de la brava costa, donde el airado océano rompe sus espumas, cerca de la terrible playa de La Lanzada, con sus olas gigantes, se tienden y culebrean las suaves rías, mansas y halagadoras, entre doble festón de pinares y de rientes campos de vid y maizales, con playas coquetonas y ensenadas diminutas teñidas por el rosa fugaz de las nubes".

Centrándose ya en el papel de las islas que "salpican caprichosamente el curso de las Rías Bajas", Emilia Pardo Bazán aludía con cariño a la de A Toxa, que "fue hasta no hace mucho -decía en 1899- un islote abandonado y desierto, donde no se alzaba ni rastro de humana vivienda".

Pero fue así que se descubrieron "los maravillosos manantiales que brotaban en su suelo". Y aclaraba la autora que "cuando en Andalucía quieren expresar la aridez y ruindad de un predio, dicen que sólo sirve 'para revolcadero de un burro'". Dijo esto para apuntar, a continuación, que "en La Toja se reconoció el tesoro que la isla contenía, por haber servido de revolcadero de un burro, precisamente".

Una "aldeíta" de la costa

La leyenda "cuenta que en El Grove, aldeíta de la costa fronteriza, un aldeano poseía un borrico tiñoso, tan pelado y tan cubierto de costras y mataduras que daba horror. Apiadado su dueño, no queriendo matarle, le abandonó en la isla, y grande fue su asombro al encontrar, a la vuelta de algún tiempo, un rucio sano, gordo y sin mácula".

Aquel hombre se percató de que el borrico "tenía costumbre de revolcarse en cierto charco fangoso, donde surtía un chorro de agua hirviente".

Así pues, "de este descubrimiento a ensayar el remedio en un ser humano poco va; y al ver que el hombre enfermo se curaba igualmente, descubiertas quedaban las virtudes de estos barros".

Lo cierto es que Emilia Pardo Bazán pensaba más en las propiedades curativas de las aguas termales de A Toxa que en sus posibilidades en el ámbito turístico.

Quizás por ello, en "La ilustración artística" advertía de que los fangos termales de la isla grovense, en "el país de los grandes manantiales minerales (Galicia)" no tenían nada que envidiar a los de otras regiones de Europa.

No obstante, la escritora sabía que A Toxa era en el siglo XIX "como el diamante en su ganga, como la crisálida en su capullo". Un lugar donde "no se oye hablar ningún idioma extranjero; aquí no vienen ni portugueses; de Madrid poca gente; de las provincias españolas casi ninguna". Pero vaticinaba: "No sé lo que sucederá si algún día se hacen famosos los baños de la isla. Temo que no haya barro á mano, barro suficiente".