Tal día como hoy, hace nada menos que 144 años, nacía en Ponte Valga (Concello de Valga) una mujer que iba a marcar una época. Era Agustina Otero Iglesias, más conocida como Carolina Otero o La Bella Otero, que falleció en Niza (Francia) el 10 de abril de 1965.

Se trata de una bailarina, cantante, actriz y cortesana que se trasladó a Francia para vivir, abrirse camino y codearse con los más adinerados. Hoy que se conmemora el aniversario de su nacimiento no está de más recordar a esta mujer a la que muchos consideraron, y consideran aún, uno de los personajes más destacados de aquello que se dio en llamar la "Belle Époque" francesa.

En los libros se la presenta como hija de una madre soltera muy pobre llamada Carmen Otero Iglesias. Apenas tuvo acceso a una educación académica y sufrió una agresión sexual a los diez años, por lo que huyó de casa unos meses para no regresar nunca más a su pueblo natal.

Fue tras aquella fuga cuando decidió cambiar su nombre de pila (Agustina) por el de Carolina. Empezó trabajando en una compañía de cómicos ambulantes portugueses y ejerció "oficios muy humildes" para poder salir adelante, incluso hasta el extremo de tener que ejercer la prostitución.

Se fue a Marsella en 1888 de la mano de un banquero que quiso promocionarla como bailarina y pronto empezó a valerse por sí misma desde el punto de vista profesional. Tanto es así que no tardó mucho en gozar de fama en toda Francia.

La Bella Otero presumía de española, aunque decía ser andaluza, según cuentan los historiadores.

Esta valguesa de nacimiento, que incluso actuó en Nueva York (1890) y realizó giras por todo el mundo "como bailarina exótica y actriz", fue la gran estrella del parisino "Folies Bergère".

Dicen de ella que "no era una bailarina profesional y su arte era más instintivo que técnico, que sus danzas "eran una mezcla de estilos flamenco, fandangos o danzas exóticas" y que se trataba de "una cantante competente con calidad en la interpretación".

Pero también se habla de La Bella Otero como la amante de ilustres personajes, entre ellos Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, Eduardo VII del Reino Unido y Aristide Briand, entre otros.

Quizás por ello, llegó a convertirse en una rica y atractiva mujer que prácticamente tenía el mundo a sus pies, pero que dilapidó su fortuna debido a la ludopatía que la convertía en asidua de casinos como los de Montecarlo y Niza.

Se retiró de los escenarios en 1910, para establecerse en Niza hasta su muerte en 1965, cuando ya estaba totalmente arruinada y sola.

En los últimos años de su existencia subsistió con ayuda de una pensión que le pasaba el Casino de Montecarlo, como contraprestación o compensación por lo mucho que aquella valguesa había ofrecido a la sala de juegos en sus tiempos de esplendor.

Ahora, prácticamente un siglo y medio después de su nacimiento, pocos se acuerdan de aquella atractiva bailarina. Aunque en Valga mantienen viva su memoria, con un centro de interpretación en el que pueden conocerse algunos de los secretos de La Bella Otero.

En este municipio explican que "nunca se habría imaginado aquella niña nacida en Ponte Valga que llegaría a ser una figura tan relevante dentro del panorama artístico de los siglos XIX e XX".

Apuntan que la mejor bailarina española de todos los tiempos, según muchos, "dio muestras de su arte desde muy pequeña, ya que con catorce años trabajaba como bailarina en Lisboa, y más tarde en el Palacio de Cristal de Barcelona".

No se olvidan de que "entró en contacto con la alta sociedad de la época y conoció a artistas como Gaudí, quien comentaba que las curvas del cuerpo de La Bella Otero guardaban cierta correspondencia con las de sus dibujos".

En Valga son conscientes de que su convecina vivió una época plagada de acontecimientos históricos, "como el comienzo de la organización de la revolución proletaria por parte de Lenin, el inicio de la 'Época Azul' de Picasso o la innovación que supuso Isadora Duncan en el mundo da danza".

Incluso apuntan que "tal era su popularidad que Toulouse-Lautrec le hizo una obra en pastel, José Martí le dedicó alguno de sus versos, escribieron para ella pantomimas, aparecieron artículos sobre su figura en periódicos de todo el mundo -tanto destacando su trayectoria profesional como los modelos que lucía- y el diseño de algunos automóviles de la época llegó a inspirarse en los grandes sombreros de la artista".

En definitiva, que en el Ayuntamiento de Valga prefieren quedarse con el papel de una mujer luchadora "que se hizo y se promocionó a si misma hasta llegar a ser una bailarina reconocida mundialmente; una artista autodidacta y una cantante competente con tanta calidad como actriz como para representar 'Carmen', de Bizet, y piezas teatrales como Nuit de Nöel".