Luis Mestre Roig fue un indiano con suerte. De familia catalana, se emparentó durante su estancia en Cuba con una rica mujer que le permitió amasar una considerable fortuna. Con ellas, la esposa y su dote, el indiano regresó a España para instalarse en las Rías Baixas.

A Mestre Roig le correspondió la gestión del balneario de A Toxa y, por tanto, decidió adquirir una parcela en la villa arousana para residir allí mismo. Y se hizo con la Casa da Carrela, un hermoso pazo que el experto en la historia grovense Francisco Meis data entre los siglos XVII y XVIII.

A la construcción tradicional añadió Luis Mestre una casa de bella factura modernista a la que llamó torre, quizás, por su procedencia catalana. La mansión estaba coronada por un llamativo balcón acristalado. "La fecha de construcción no se puede concretar, pero puede abarcar entre los años 1870 y 1891", explica Meis, que trabaja desde hace años en un proyecto para relatar pormenorizadamente la historia de este singular edificio.

Luis Mestre quiso que sus dos hijos, Luisa y Luis Antonio, contasen cada uno con una mitad de la residencia, así que dividió la casa y el pazo. Los dos hermanos mantuvieron contacto con O Grove hasta su muerte, momento en el que las dos mitades fueron vendidas a sendas familias que hicieron fortuna en el negocio de la conserva: la parte de Luisa fue para los Lores y la de Luis Antonio para los Escuredo.

Estos últimos adquirieron la residencia alrededor del año 1938 y apenas realizaron unas leves reformas, manteniendo esta parte de la villa Mestre casi como la habían dejado los anteriores propietarios.

La mitad de los Lores, grovenses, no corrió la misma suerte. La casa histórica fue ampliamente reformada, construyendo en el mismo lugar una famosa torre que los más viejos vecinos de la villa todavía recuerdan. Este edificio, pese a no conservar la gracia del original, seguía manteniendo el encanto de un conjunto ya no uniforme, pero señorial.

Pero la mística se prolongó hasta finales del siglo pasado. En ese momento los Lores vendieron la propiedad, que fue adquirida por una constructora que levantó en ese lugar un edificio moderno, llevándose por delante tanto el señorío del inmueble como la mitad del pazo.

Perdido para siempre el 50% de la villa Mestre, los Escuredo todavía conservaron gran parte de la esencia de la otra mitad.

La casa Escuredo cuenta con una delicada decoración digna de una mansión de la nobleza. Entre las salas destacan una de ambientación japonesa y otra de estilo árabe, inspirada en la Alhambra y obra de algunos de los artistas más destacados de finales del XIX.

Francisco Meis alerta del peligro al que están expuestas estas habitaciones y gran parte de la propiedad. "Lleva décadas abandonada y el techo se cayó justo en la zona de la sala árabe. Es muy probable que esté gravemente afectada, porque además está construida en yeso. La humedad pudo haber causado destrozos".

La torre de Escuredo fue declarada Bien de Interés Cultural en 1995. Teóricamente, se trata del mayor grado de protección que puede tener un inmueble. Sin embargo, tanto el pazo como la casa corren un serio riesgo de derrumbe.

La familia propietaria puso a la venta la finca hace algunos años a un precio de tres millones de euros, pero nadie se interesó en adquirir una construcción en la que la única intervención posible es la rehabilitación.

Por su parte, los sucesivos gobiernos locales intentaron en diversos momentos favorecer la reconstrucción de la casa e incluso hacerse con ella, aunque las leyes actuales y, sobre todo, la crítica situación económica de la administración, han hecho inviable cualquier solución. Y así, el sueño de Luis Mestre se cae a pedazos cada día que pasa.