Cuando se accede a la isla de A Toxa por el puente lo primero que se ve, a la derecha, es una pequeña caseta de hormigón pintada de blanco, en la cual está la base de la empresa de seguridad privada del territorio insular. Al otro lado de la carretera, mirando a la izquierda y detrás de un gran monolito con el nombre de la isla, hay una superficie con árboles autóctonos todavía muy jóvenes y rodeada por una valla de madera en cuyo interior se instaló una pequeña caseta, también de madera.

Ese solar es la huerta, y la caseta en cuestión representa la vivienda (establo) de los dos burros fariñeiros que el Concello de O Grove ha decidido introducir en A Toxa.

En el establo disponen de un tanque con capacidad para 500 litros de agua dotado con un dispositivo que la enfría unos grados cuando hace demasiado calor. Pero también disponen de paja en abundancia, con la que mantener una dieta sana y equilibrada que compense su alimentación diaria y continua gracias las hierbas de la propia parcela.

Las vistas son incomparables, pues al situarse a la entrada de la isla esta parcela dista apenas una veintena de metros del mar, y los burros, si lo desean, pueden contemplar la majestuosidad de la ría de Arousa adentrándose bajo el puente de A Toxa, sobre los bancos marisqueros de A Vía y con la silueta del casco urbano grovense al fondo.

El establo y la parcela tienen una ubicación privilegiada que ya quisiera para sí cualquier ciudadano de a pie, aunque no está al alcance del bolsillo de todos.

Y rodeando esa casa con vistas y tremenda huerta hay senderos, que a su vez comunican con los caminos que serpentean por la zona arbolada de A Toxa que se conoce como Monte Central o Parque Forestal, de 210.000 metros cuadrados.

Esos caminos, muy frecuentados por vecinos y visitantes que quieren disfrutar del paseo y la naturaleza, están a su vez adornados con bancos y papeleras de madera y llevan, por ejemplo, a las inmediaciones de algunas mansiones que constituyen la segunda vivienda de gente adinerada y de fama internacional.

En cierto modo, los burros liberados en A Toxa son ahora los nuevos vecinos de personajes con enorme poder adquisitivo, y en cierto modo puede decirse que ellos, los pollinos, están a la altura, a juzgar por las propiedades de las que ahora pueden presumir. Y es que dicen algunos buenos conocedores del tema que esa parcela tiene precio de oro. La última que se vendió en la isla, hace ya muchos años, no tenía, ni de lejos, una ubicación tan estratégica, y aún así costó unos 100 millones de las antiguas pesetas, a pesar de que la superficie adquirida era de solo 600 metros cuadrados.

Si ese dinero se traduce a euros, si se aplica la subida del IPC, si se añade incluso la revalorización del suelo –que desde entonces podría rondar el 50%–y si se tienen en cuenta otros parámetros inmobiliarios, la conclusión a la que llegan los expertos es que en la actualidad una parcela en A Toxa como la que ocupan los burros costaría alrededor de 20 millones de euros, a razón de unos 1.600 euros por metro cuadrado.

Es bien cierto que no se trata de una parcela que se pueda edificar, que los burros no son unos inquilinos cualquiera y todo eso, pero puede decirse que Emilia y Pardo, como así se llaman los pollinos, podrían ser los más ricos del mundo, dentro de su especie.

Está claro que van a vivir a cuerpo de rey, como también lo hará el pequeño Bazán, si se confirma que Emilia está preñada. Y tanto estos tres burros como los que puedan venir –si nacen más se harán intercambios con otras granjas para evitar problemas de consanguinidad– van a beneficiarse también de la presencia de la seguridad privada de la isla, que es algo fundamental para disuadir a posibles gamberros.

Este fue, precisamente, uno de los motivos por los cuales el Concello de O Grove decidió habilitar allí esta parcela, en la cual se han puesto muchas esperanzas desde el punto de vista medioambiental, didáctico y turístico.

Como ya se explicó en tantas ocasiones, traer a estos dos burros a la isla contribuye a la preservación de la amenazada especie fariñeira, pero es que, además, va a permitir que los niños de los colegios organicen aulas didácticas y hagan trabajos de campo al lado de estos animales. Y por si fuera poco, el Concello va a explotarlos turísticamente, pues los burros van a encargarse de recordar a todos los visitantes aquella leyenda que hablaba de uno de su especie que se salvó de la muerte gracias a las aguas mineromedicinales y termales de la isla.

De todo ello se habló nuevamente ayer, en un acto de presentación de este proyecto y de los burros en el que destacaron las ausencias, ya que no acudió nadie de la oposición municipal. Ni siquiera estuvo el socialistas José Cacabelos, a pesar de que él era alcalde en el anterior mandato, cuando el galeguista Alfredo Bea presentó en la Xunta este proyecto ejecutado ahora e íntegramente financiado por el gobierno autonómico.

A Cacabelos le gustaba el proyecto, pues de lo contrario no habría permitido que se peleara por él desde su gobierno, y lo mismo podría decirse del nacionalista Carlos Álvarez, que también estaba en aquel tripartito y que ayer tampoco asistió al acto inaugural, aunque este edil tenía más disculpa, pues a la misma hora se encontraba presentando su dimisión.

Al margen de las ausencias hay que referirse a los que sí estuvieron. Estuvo el alcalde, Miguel Ángel Pérez, que alabó el proyecto y felicitó a su ahora socio Alfredo Bea, que fue el encargado de abrir el acto de inauguración de las instalaciones y se mostró muy ilusionado con esta nueva etapa medioambiental. También participaron miembros del gobierno como Juan Luis Callón y Laura Besada, junto a representantes sociales y empresariales como Francisco Argibay, en calidad de vicepresidente de Hostelería; Víctor Otero Prol, jefe de Protección Civil; Francisco Marcos, director del Gran Hotel La Toja; el presidente de la Comunidad de Propietarios La Toja, Francisco Álvarez Prol; el director del Hotel Louxo y el director xeral de Administración Local, José Norberto Uzal.

Durante la inauguración también se dieron cita algunos vecinos, y pudo comprobarse que a muchos mecos les agrada la idea, aunque igualmente los hay preocupados, sobre todo si residen en los chalés de A Toxa.

Había residentes en el territorio insular que decían temer la presencia de moscas, e incluso que sospechan que la estancia de los burros puede sonar a chiste y devaluar la imagen de su isla.

En el Concello, por si acaso, se apresuran a decir que la isla también es de O Grove, que todo el mundo tiene derecho a disfrutarla, aunque no resida allí, y que está previsto aplicar diversos tratamientos antiparasitarios y preventivos.

En cuanto a las moscas, "ya las había antes de que llegaran los burros", explican.

Ajenos a todo esto, Emilia y Pardo, ella de origen asturiano y con siete años, él nacido en el País Vasco, y con solo un año, pastaban tranquilamente moviéndose de un lado a otro de su flamante, espaciosa y lujosa parcela, situada a escasos metros de la calle a la que muchos conocen como la "milla de oro" de A Toxa, la calle de las grandes fortunas.