Los animales también piden tiempo y paciencia

Un joven santiagués que colabora con la Protectora de Cambados trabaja en el adiestramiento de perros potencialmente peligrosos

Alfredo Campos corre con uno de los perros en el refugio de Corbillón.  // Iñaki Abella

Alfredo Campos corre con uno de los perros en el refugio de Corbillón. // Iñaki Abella

anxo martínez - Cambados

Alfredo Manuel Campos Lago es un vecino de Santiago de Compostela de 23 años, que estudia en el Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa) de A Illa. Hace un tiempo acompañó a un amigo al refugio de animales de Santiago, y “me metí de voluntario después de ver las instalaciones”. Posteriormente, hace un par de años, realizó un curso teórico y práctico de adiestramiento canino. “Desde pequeño siempre me gustaron los animales. Supongo que por eso empecé a estudiar en el Igafa”, cuenta.

Desde hace unas semanas también colabora con la Asociación Protectora de Cambados, y visita las instalaciones del refugio de Corbillón todos los jueves para adiestrar a los perros que por algún motivo se muestran agresivos. Alfonso Manuel Campos trabaja sobre todo con animales que pertenecen a las razas conocidas como “potencialmente peligrosas”, y cree que “este tipo de animales tiene una mala prensa injusta, porque el problema no está en ellos sino en el tipo de cuidados y educación que le dieron las personas a esos perros”.

De hecho, el joven compostelano cree que más que los canes, los “potencialmente peligrosos” son los dueños que estimulan ese tipo de comportamientos agresivos. “Si una persona maltrata y le pega todo el día a un perro, el animal se acaba volviendo loco, como una persona cualquiera”.

En su opinión, los factores que más directamente pueden incidir en la actitud agresiva de un animal son el golpearle o tenerle siempre atado dentro de la caseta o a un poste. Sobre esto, recuerda que la posesión de perros potencialmente peligrosos lleva aparejados una serie de trámites -el dueño tiene que superar un psicotécnico y presentar un documento de Penales en el que acredite que no tiene antecedentes, y el perro debe contar con un microchip- y considera que las administraciones deberían vigilar con mucho mayor celo que todos esos requisitos se cumplen al milímetro.

Paciencia y tiempo

Alfredo Manuel Campos Lago indica que, con todo, la mayor parte del trabajo de los adiestradores caninos no es con animales de razas potencialmente peligrosas, sino con animales que no se comportan tal y como sus dueños querrían.

Así, los adiestradores intentan rectificar comportamientos aparentemente inocentes como que el perro se suba al sofá o que le eche las patas a la ropa de los visitantes. El joven santiagués afirma que “la educación de un perro necesita paciencia y tiempo” y que “yo no daría ningún animal por perdido”. Eso sí, avisa de que el dueño no puede dejarlo todo en manos del adiestrador.

“Si tú le llevas tu mascota a un profesional y no pones algo de tu parte, al cabo de un tiempo le hará caso a él, pero a ti no te lo va a hacer”. Por ello, recomienda a los dueños que acudan a algunas de las sesiones. Así, tendrá la oportunidad de aprender de primera mano una serie de trucos. Así, por ejemplo, si el problema es que el perro se pone histérico al recibir visitas, lo que se debe hacer es reprenderlo con voz firme, pero sin llegar a chillar ni a perder los nervios. “Si la persona chilla, el perro se altera más”.

Así, lo que se puede hacer es acostarlo de lado y acariciarlo hasta que se quede tranquilo. Así cuantas veces sea necesario. Otro problema frecuente es que el animal rechace el bozal. Ahí entran en juego los premios y los castigos, y un truco para que la mascota acabe aceptándolo es introducir en el bozal una galleta u otro objeto que actúe como premio.

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