La ría más rica del mundo en cuanto a presencia de fitoplancton, la más productiva para el marisqueo y la acuicultura, la más admirada por decenas de miles de turistas que cada año visitan O Salnés y Barbanza es, también, una ría sucia y plagada de vertederos escondidos bajo las aguas.

Se habla periódicamente de sentinazos, vertidos fecales, escapes de gasóleo y otros episodios puntuales que, por su apariencia y vistosidad, generan mayor interés mediático y, si cabe, mayor repulsa social. Sin embargo, no son las únicas amenazas que pesan sobre esta ría, por eso cuando se enfada, y quizás para que la sociedad no aparte la vista, estas ricas aguas escupen las vergüenzas que el ser humano trata de esconder en el fondo marino.

Cualquiera que haga un recorrido por una playa, una cala, un puerto o una escollera puede encontrarse sorpresas de todo tipo, especialmente en las zonas donde la fuerza de las corrientes es más intensa.

Plásticos, maderas, cuerdas y elementos de todo tipo acaban introduciéndose en los agujeros que forman las rocas o quedan atrapados en la arena cuando baja la marea, y en ese instante es fácil imaginarse que el fondo de la ría es como un gran vertedero.

Esos materiales demuestran, también, que aún queda mucho trabajo por realizar en materia de concienciación ciudadana, que son precisas campañas decididas de regeneración y erradicación de vertidos y, en definitiva, esos basureros marinos constatan la conveniencia de tomar medidas urgentes para evitar que las ricas aguas arousanas se conviertan en una gran cloaca.

En la escollera situada a la altura de los depósitos de hidrocarburos de Ferrazo, en Vilagarcía, ocurre algo así. Que nadie piense que es un caso único o extraordinario, porque en realidad es uno de tantos, e incluso los hay peores. Pero este lugar puede servir de ejemplo, pues en apenas trescientos metros de recorrido a pie sobre las rocas es posible toparse desde desagües en plena tarea de vertido maloliente hasta neumáticos y ruedas enteras de vehículos, trozos de lo que en su día fue un orinal, anzuelos oxidados y cuerdas, muchas cuerdas.

Las hay de todos los tamaños, tipos y colores, empleadas para diferentes actividades pesqueras y acuícolas. Son cuerdas que en ocasiones rompen las corrientes para acabar enrollándose caprichosamente entre las piedras, de tal forma que quitarlas solo sea posible con ayuda de algún machete.

Junto a esas cuerdas sujetas tan fuerte a las rocas que parecen indicar que la ría no quiere que se las devuelva, hay también infinidad de aparejos en desuso, ya sean nasas, cestos de cultivo de ostra, cacharros del pulpo y otros muchos desperdicios.

A veces flotan en el agua, y otras se esconden en los agujeros que forma la línea portuaria, como si esa basura fuera consciente de que afea el paisaje.

No faltan viejas tuberías, y las hay de todos los tamaños, desde las usadas cuando se instala una red de abastecimiento en cualquier municipio hasta las empleadas en fontanería durante la construcción de una vivienda cualquiera.

También hay canalones, trozos de cristal, hierros, raíces y tablas de madera, botes de metal y botellas, tanto de zumo como de agua o de lejía, y las omnipresentes bolsas de plástico, tanto de las empleadas en los supermercados como de las de malla,usadas para transportar mejillones, berberechos, almejas y otras delicias arousanas. Incluso los tradicionales botes "matamoscas", que tanto daño hacen en la capa de ozono, también juegan su baza en la ría más rica del mundo, que muestra sus vergüenzas, y la poca vergüenza de aquellos que la usan como papelera, cuando saca a relucir esta basura. Arousa, un ecosistema privilegiado en el que se bañan O Salnés y Barbanza, muestra en bajamar su peor cara... ¿o quizás es ésta su verdadera cara?