Rezaba una descolorida pintada que todavía se conserva en la avenida da Ponte que el puente "é a chave para 6.000 presos", y el lema se ajusta como un guante a lo que significó la espectacular obra de ingeniería que desde hace 25 años, une A Illa con el continente. Su apertura, aquel septiembre de 1985, supuso un cambio brutal para un pequeño pueblo que vivía desde hacía siglos aislado del resto del mundo.

El 14 de septiembre, una jornada soleada y calurosa, permitió a A Illa descubrir nuevos horizontes y no depender de la "motora" o de un barco para salir o entrar en el pequeño municipio. No hay isleño que no se sienta identificado con ese cordón umbilical de cemento que une A Illa con el resto del mundo, pues a través de él se comunica a diario, para trabajar, divertirse o simplemente salir de los siete kilómetros cuadrados de superficie en los que habita.

Desde siempre, la "motora", junto con el vapor de Ribeira o la barcaza, había sido la principal comunicación con el resto del mundo. Por ella atravesaban, además de las personas, todo tipo de mercancías para las fábricas y para los comercios. La apertura del puente significó su fin, pero permitió que, económicamente, A Illa despegase hasta convertirse en lo que hoy es, uno de los principales centros de descarga de mejillón y uno de los puntos turísticos más atractivos de la comarca. El puente también supuso el fin de las carreteras de tierra y de los juegos infantiles en ellas. De una docena de vehículos, la mayoría vetustos camiones de las fábricas de conserva, se pasó a los más de 2.000 matriculados en la actualidad en un tiempo récord.

El aislamiento también sirvió para crear muchos mitos. Las leyendas dicen que ser "de fóra" e intentar coquetear con una mujer de A Illa acarreaba no pocos problemas, y más de uno asegura haber tenido que salir "por patas" en una dorna o en la propia motora. Ser árbitro en el Salvador Otero tampoco resultaba fácil, pues además de la presión del público, el boca a boca dice que más de uno acabó en el agua antes de llegar a la "motora" por un mal arbitraje. Son leyendas que todavía permanecen en el imaginario popular de toda la comarca.

Pero si alguna prevalece y se puede decir que es real es la de la unión. Haber permanecido aislados le ha dado a los habitantes de A Illa un carácter especial que les hace superar cualquier opinión política divergente o cualquier rencilla personal a la hora de lograr un objetivo común. Así fue el caso del puente, pero así ha sido en otros casos como la luz, el teléfono, el Concello, o más recientemente, la amenaza del "Prestige".

La atención médica también fue otra de las cosas que mejoró el puente. Antes de la infraestructura no existía nada semejante y las urgencias graves venían acompañadas de horas de tensión y, en muchas ocasiones, consecuencias fatales.

En esos momentos siempre salía otra de las características que poseen los isleños en su carácter: la solidaridad para transportar al enfermo, fuese quien fuese, en el primer barco que estuviese disponible.

La luz eléctrica, otra de las grandes peleas del pequeño municipio, antes del puente era un lujo, el cable submarino que suministraba la electricidad daba más de un disgusto al año. Bien por las prácticas de pesca o por el desembarco de contrabando en las playas, A Illa se quedaba constantemente sin luz, llegando en alguna ocasión a extenderse la avería varias semanas, por las dificultades para encontrar el punto en el que se había registrado el puente.

Aunque han pasado 25 años desde aquella jornada festiva, gran parte de la población tiene todavía frescos esos momentos en su memoria y ninguno de los que aquel día participó en las dos inauguraciones, la oficial y la popular, se olvida de que aquel 14 de septiembre conquistaron la libertad que tanto ansiaban.

Una jornada inolvidable

El 14 de septiembre es una jornada marcada con letras de oro en la historia de A Illa. Ese día se inauguraba el puente que unía la lengua de tierra con el continente. Pero para llegar hasta ese punto, hubo que remar, y mucho, para evitar que todo se quedase en la orilla. Cuenta Sito Vázquez, una de las figuras clave en la construcción del puente junto a Gago Lorenzo y Sancho Rof, que a principios de los años 50 se creó una "comisión de iniciativas con tres pilares básicos: luz, teléfono y puente", que llegó a redactar un pequeño proyecto, con un puente y un relleno, cuyo coste era de 27 millones de pesetas, aunque sus condiciones técnicas eran dudosas.

En 1977, tras las primeras elecciones para la formación de Cortes, dos diputados de UCD, José Antonio Gago Lorenzo y Jesús Sancho Rof, realizan una interpelación en la que se vuelven a interesar por el antiguo proyecto, recibiendo una respuesta negativa. Mientras, en A Illa, una generación de jóvenes universitarios, de profesores recién llegados y marineros instruidos comenzaba a trabajar en la AMDG, organización vinculada al PCE, formación que gana las elecciones municipales en 1978 con una promesa en su programa electoral: el puente. A su cabeza se encuentra un joven profesor de Bamio, Sito Vázquez, que nada más ganar las elecciones crea la "Comisión da Ponte", en la que están representados todas las sensibilidades políticas y sociales. Unos días más tarde se produce un hecho crucial: Adolfo Suárez nombra ministro de Obras a Sancho Rof, el mismo que firmó la interpelación.

La comisión, con la colaboración de Gago Lorenzo, comienza a moverse en los medios madrileños, gracias al apoyo de periodistas gallegos, y logra una entrevista con el nuevo ministro para invitarle a la Festa da Ponte del 29 de julio de 1979. El ministro se muestra agradable y dispuesto a colaborar pero recuerda que "puede resultar complicado".

Esas palabras suponen un mazazo para Vázquez y Gago, que ven en ellas una velada negativa. Tras la Festa, un diputado comunista filtra la existencia de la interpelación y gracias a la complicidad entre Vázquez y Gago esta aparece en la mesa del ministro en la segunda reunión que se mantiene con él. Sancho Rof miró el documento, soltó una risa y dijo: "Me habéis cogido por los huevos".

En 1982 se coloca la primera piedra, pero unos meses antes la Xunta había asumido las competencias en materia de obras públicas siendo conselleiro Ángel Mario Carreño, que se posicionó en contra de la construcción del puente, tratando de destinar los 1.500 millones de pesetas a otros menesteres. Salvó el proyecto que el PSOE, ganador de las elecciones generales de ese año, cortejaba a Vázquez, que tuvo así influencia para evitar las maniobras en contra.

Llegó el 14 de septiembre, y la Xunta quiso acaparar la inauguración pese a los intentos por parar el puente. Los vecinos de A Illa celebraron una fiesta popular en O Regueiro, donde se cruzaron con la comitiva oficial, irrumpiendo en ella para levantar en brazos a Gago Lorenzo y obligarle a hablar. Después de eso, todo el pueblo recorrió el puente y realizó una segunda inauguración. A día de hoy, Vázquez no duda en afirmar que "tengo dudas sobre si el puente fue todo lo positivo que esperábamos porque se perdió parte de nuestra idiosincrasia, pero volvería a actuar como hice, me sentiría obligado, aunque mi opinión egoísta sea otra".