Después de que Diputación de Pontevedra, Concello de O Grove y la empresa Europa Sur S.A. firmaran la disolución de Grovelan, aquella promotora nacida en los años sesenta para desarrollar una macrourbanización en el istmo de A Lanzada, en la villa meca no se habló de otra cosa. Aunque en la práctica aquel proyecto es inviable desde hace tiempo, en realidad Grovelan seguía existiendo, de ahí que la firma del acuerdo para su desaparición represente una especie de victoria moral de todo un pueblo.

Orgullo, satisfacción, reconocimiento de una deuda histórica... Estos son los argumentos, y las sensaciones, a los que se aferran los mecos consultados, algunos incluso visiblemente emocionados.

Xosé María Mourelos, que desapareció completamente de la escena política y pública hace mucho tiempo, se negó en infinidad de ocasiones a pronunciarse sobre diferentes asuntos de actualidad por los que fue consultado. Pero ayer, cuando se le preguntó por Grovelan, y tras saber de su disolución, sí habló, y de manera contundente, lo cual da una idea de lo mucho que importa este asunto en O Grove.

La de Mourelos es una de esas voces que pueden tildarse de "autorizadas", pues fue uno de los que pelearon para preservar el istmo, tanto como primer teniente de alcalde, entre 1979 y 1981, como en su condición de máximo mandatario (1981-1983).

"Aquello fue un producto propio del franquismo; era una verdadera atrocidad y un pelotazo urbanístico monumental", esgrime este ex concejal comunista que formó parte activa de la primera e ilusionante corporación democrática.

Los primeros pasos para crear Grovelan se habían dado en 1964, y la sociedad mixta participada por el Concello y Europa Sur, que se repartían las acciones a partes iguales, se constituyó oficialmente en 1967.

Ya entonces hubo oposición, pero el franquismo no permitía grandes alardes. Fue a principios de los setenta cuando algunos grovenses, sobre todo aprovechándose del nombre y la actividad de la Asociación Unión Hijos del Grove, formada en Buenos Aires, incluso se atrevieron a repartir por las calles algunos pasquines contra Grovelan.

Pero eran movimientos tímidos, casi anecdóticos. Todo cambió tras las primeras elecciones, "cuando por fin se pudieron dar pasos definitivos para evitar aquel fraude". El precio asignado por metro cuadrado era de 7 pesetas, el Concello aportaba alrededor de 100 hectáreas de terreno y Europa Sur ponía sobre la mesa 10 millones de pesetas, "pero en realidad nunca puso un solo céntimo", esgrime Mourelos.

Por aquel entonces no existía el sentimiento ecológico, proteccionista o naturalista de la actualidad, y ni de lejos se pensaba que el istmo de A Lanzada pudiera convertirse en lo que es, un área protegida y reconocida a nivel mundial. "Lo que nos preocupaba era el pelotazo urbanístico; aquello era una especulación y algunos nos opusimos a ello desde el principio", añade Xosé María Mourelos.

"Sentíamos rabia por aquel atraco –continúa– y por eso tras las elecciones de 1979 nos pusimos manos a la obra, avalados por la democracia, y así llegaron las primeras demandas judiciales y las primeras reclamaciones ante la Diputación", que se quedó con el 1% del accionariado para ejercer como árbitro entre el Concello y Europa Sur.

Según Mourelos, "dado que la Diputación de entonces no se alineó con la postura del Concello tuvimos que recurrir a los tribunales, los cuales al final nos dieron la razón –ya cuando él era alcalde–, y fue a raíz de aquellas sentencias cuando nos fuimos todos al istmo para hacernos la ya famosa foto con la pancarta que atestiguaba el fin de Grovelan".

Pero aquel punto final no había llegado aún, y de hecho no lo hizo hasta la disolución oficializada el miércoles, "por eso esta noticia tiene un enorme valor simbólico e incluso sentimental para nuestro pueblo".

El propio Mourelos indica que "el mérito es, sobre todo, de aquellos que lucharon desde Buenos Aires durante el franquismo, y también de Xaquín Álvarez Corbacho y Manuel Lueiro Rey, que llevaron el peso de las reclamaciones tras la instauración de la democracia... pero ese mérito se hace extensivo a todo el pueblo, el mismo que de no haberse opuesto entonces ahora no podría disfrutar de un espacio natural en el istmo de A Lanzada y a cambio tendría una gran mole de hormigón".

Xosé María Mourelos, visiblemente satisfecho, termina diciendo que "la de Grovelan fue una pelea de un pueblo en contra de un poder muy grande, pero lo que ocurre es que cuando a uno le asiste la razón saca fuerzas de dónde no las tiene".

Como ya se explicó, la promotora estaba herida de muerte desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que Costas del Estado se hizo con la titularidad del terreno y éste logró las diferentes protecciones ecológicas de las que goza. Pero Grovelan no se había muerto, y prueba de ello es que algunos responsables de Europa Sur aún albergaron ciertas esperanzas de poder construir hasta hace menos de una década.

Así lo confirma Miguel Pérez, alcalde de O Grove con el PP entre 1999 y 2007. "Cuando yo era alcalde –relata– se planteó la posibilidad de construir un campo de fútbol en la zona de O Bao, aprovechando parte del espacio en el que estaba previsto desarrollar Grovelan". Por ese motivo "llegamos a mantener algunas reuniones con los representantes de Europa Sur, para insistir en la necesidad de disolver Grovelan, pero ellos nos expusieron que, como estaba previsto redactar el Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) aún tenían esperanzas, si bien les insistimos en que aquel proyecto estaba totalmente descartado y era rotundamente inviable".

Durante el mandato de Miguel Pérez también realizaron "diversas gestiones ante la Diputación para pedirle que tratara de acelerar la disolución, por eso ahora que se ha confirmado sólo podemos mostrarnos muy satisfechos y orgullosos, pues si bien es cierto que Grovelan ya carecía de sentido desde hace mucho, su desaparición tiene un enorme valor simbólico", recalca Pérez.

Convencido de que "se trata de un asunto de gran calado y enorme trascendencia social", Miguel Pérez llega a decir que "la disolución de Grovelan es una satisfacción mayor, si cabe, para algunos que pelearon duro contra ese proyecto, entre los que cabe destacar al ex concejal Xan Caneda", de Esquerda Unida. Apunta el líder del PP que "hace apenas unos meses Caneda volvió a preguntarme por este asunto y a pedirme que siguiera reclamando a la Diputación que pusiera punto final a este episodio, y se ha logrado".

Desde el ente provincial el gabinete de Rafael Louzán insiste en que "desde hace mucho tiempo Grovelan había perdido toda posibilidad de desarrollar su proyecto", de ahí, quizás, que se retrasara la firma oficial y "protocolaria" para su disolución. "Evidentemente, a pesar de tratarse de un formalismo, este trámite es altamente positivo, por el valor simbólico que encierra", indican en la Diputación, donde sentencian que "todo lo que sirva para reforzar las potencialidades ecológicas de O Grove es positivo".