El primer documento que menciona las paradas de la Royal Navy en Vilagarcía es de 1874. La Armada británica, por aquel entonces la más poderosa del mundo, había escogido la ría de Arousa –la Arousa Bay, como ellos la denominaban– para hacer una de las dos escalas en su travesía entre el Reino Unido y Gibraltar. La otra era en Lisboa.

La ría que baña O Salnés y Barbanza es la más grande de Galicia, y posee unas buenas condiciones para cobijar embarcaciones de gran envergadura. Resguardada de los temporales y con una profundidad de hasta 70 metros en la bocana, ofrecía también a los británicos el atractivo de una ciudad en la que abundaba el vino y era sencillo avituallarse de comida.

La flota naval británica recalaba en Vilagarcía prácticamente todos los años, generalmente en enero. Arribaban al puerto docenas de barcos –desde los impresionantes destructores y acorazados– hasta los ágiles cruceros. También traían hidroaviones, con los que llegaron a sobrevolar la ciudad en alguna ocasión para disfrute y asombro de los vecinos.

Estas visitas significaban el desembarco en la ciudad de miles de marineros –algunas fuentes hablan de hasta 8.000– lo que generaba una enorme actividad económica. La Royal Navy permanecía en la ría hasta una semana, y esos días, las autoridades políticas y empresariales de Vilagarcía organizaban para los forasteros suntuosos banquetes y bailes.

Una huella imborrable

La presencia británica en Vilagarcía dejó una huella imborrable, hasta el extremo de que los vilagarcianos son conocidos por muchos de sus vecinos de O Salnés como "os ingleses". El Cementerio Naval Británico –"el cementerio inglés"– es otro fruto de esa época dorada.

Se encuentra en Rubiáns, muy cerca del municipal. Se construyó en 1911 y mide 28 metros de fondo por 32 de ancho. Tras el portalón de la entrada se accede a un pasillo, flanqueado a ambos lados por un jardín, y al fondo se encuentran las 16 tumbas que lo componen.

Es propiedad de la Armada británica –por lo que se encarga de gestionarlo el Consulado del Reino Unido en Vigo– y permanece cerrado prácticamente todo el año. Sólo de cuando en vez lo abre un vecino de la zona que se encarga de limpiar el recinto por encargo del Consulado. La mayoría de los enterrados son militares, salvo tres: un hombre que fue cónsul en Vigo hasta 1971; su esposa, que fue la última persona enterrada en este cementerio, en 1991; y un ingeniero de minas que estuvo casado con una importante vecina de Vilagarcía, Josefina Porto, que durante un tiempo era la depositaria de las llaves del recinto.

Sólo muy de cuando en cuando se rompe la atmósfera de silencio y soledad que impregna el lugar. Eso es lo que ocurrió, por ejemplo, en septiembre de 2008, cuando una representación del Concello de Vilagarcía y de la tripulación de barco de guerra británico Cattistock depositaron un ramo de flores en el cementerio.

Muertos en el mar

La Armada británica también es conocida como Home Fleet y hacía escala en Vilagarcía para descansar de un largo viaje de maniobras. En ocasiones, los marineros morían en alta mar –o en los puntos de escala– y dado que en aquella época era inviable trasladar sus restos mortales a sus hogares se enterraban en lugares como el cementerio inglés de Vilagarcía.

En Galicia hay otros dos camposantos británicos. El de A Coruña –otra ciudad muy vinculada comercialmente con el Reino Unido– y el de Camariñas. Éste último se construyó tras la catástrofe del Serpent, un buque militar inglés que en 1890 se hundió frente a la Costa da Morte. Iban a bordo 176 personas, y sólo sobrevivieron tres.

Esta tragedia también se recuerda en O Salnés, pues en 1895 se colocó una lápida de mármol, de más de metro y medio de alto, en una de las rocas del mirador de Lobeira, en Vilanova. Desde esa fecha, ese punto se convirtió también en meta de peregrinaje para los oficiales británicos que arribaban a la ría.

El cementerio inglés es el testimonio de una de las épocas más florecientes de la historia de Vilagarcía, y es el protagonista de un libro publicado en 1999 por Mercedes Castro y Víctor Viana, un médico pediatra que trabaja en el centro de salud de San Roque y que ha escrito otros libros sobre la historia de la banda municipal de música, sobre el asilo o sobre la iglesia parroquial de Santa Eulalia.