Manuel Méndez / O GROVE

Ramón Castro Iglesias es, a sus 56 años de edad, uno de esos bateeiros gallegos que después de haber probado la experiencia del asociacionismo ahora prefieren trabajar por libre, al margen de cualquier asociación o agrupación de productores. Vecino de O Grove y bateeiro de profesión casi por obligación, desde que a principios de los ochenta tuvo que hacerse cargo de los parques de cultivo de su padre, ahora se ha convertido también en uno de esos trabajadores del mar que por unas razones u otras sufren importantes e injustificables sabotajes a bordo.

Su barco, de nombre Nuevo Blanes, fue atacado en la noche del jueves por alguien que le causó graves daños materiales, a pesar de estar amarrado en la rampa principal del muelle de O Grove, en pleno centro urbano.

Ahora Ramón Castro se pregunta "por qué". No sabe quién pudo haber realizado los destrozos, aunque, inevitablemente, los relacionado con los episodios de violencia vividos en los muelles últimamente.

"Pero ni así tiene justificación lo ocurrido -esgrime-, y mucho menos cuando, en mi caso, no estoy dentro de ninguna asociación y el martes, cuando me dirigía a la batea y me enteré de que habían convocado un paro, di media vuelta, amarré el barco y no volví a tocarlo".

Fue el viernes a mediodía cuando se encontró la desagradable sorpresa. "Desde el martes estoy sumido en la inactividad -explica Ramón Castro-; no fui al mar, pero dentro de la rutina habitual pasaba todos los días por el barco, comprobaba que tuviera todo en orden y punto". El viernes, cuando saltó a bordo, "vi aceite en cubierta, y me sorprendió muchísimo, porque hace poco que revisé el motor. Cuando me fijé comprobé que uno de los latiguillos del sistema hidráulico -con el que se mueve una máquina clasificadora de mejillón- había sido cortado con una sierra".

Empezó a meditar sobre lo sucedido, y casi inconscientemente, para achicar agua, puso en marcha el motor. "Fue entonces cuando salió disparado todo el líquido de la grúa y cuando me fijé que me habían cortado todos los latiguillos".

Por eso el mejillonero meco se pregunta "qué daño le hice a nadie para merecer esto", y añade que "si alguien tiene algo que decirme debe hacerlo a la cara, en lugar de recurrir a estas acciones".

Es llegado a este extremo cuando manifiesta: "Empiezas a pensar en lo sucedido y llegas a la conclusión de que tiene que tener conexión con el problema que se vive en los muelles, por eso tengo que volver a repetir que no tengo nada que ver con nadie implicado en el conflicto".