Resumen 2024
Un volantazo a tiempo
La llegada de Claudio al banquillo y de un nutrido grupo de canteranos al primer equipo salvaron el año del Celta
El año del Celta se resume en un volantazo, en una maniobra que cambió el rumbo de la temporada para llenar de esperanza el futuro del proyecto deportivo. Los primeros meses de 2024 fueron un suplicio, la historia de una apuesta que naufragó de manera rotunda. En marzo Marián Mouriño, en sus primeros meses como presidenta del Celta, decidió liberarse de la carga que suponía Rafa Benítez. Su método desgastado y anticuado redujo al equipo vigués a la irrelevancia futbolística. La presidenta dio un vuelco absoluto a la situación. Confió el primer equipo a Claudio Giráldez, el técnico que llevaba dos años convirtiendo en una fiesta cada partido del Celta Fortuna. Era una apuesta con una evidente dosis de riesgo porque en una situación delicada la responsabilidad de la salvación recaía en alguien de 36 años, el técnico más joven de Primera División en ese momento.
Claudio no pestañeó en su nuevo cometido. Desde el primer día abrió de par en par las puertas del primer equipo a los chavales de la cantera y les dio un enorme protagonismo. En solo unas semanas pasaron de escuchar toda clase de explicaciones sobre lo tiernos que estaban para la máxima exigencia a ser protagonistas de partidos en Primera División. Claudio revitalizó al equipo, le cambió la cara, los nombres y el estilo para conseguir una solvente salvación a varias jornadas del final de Liga. Pero su presencia y la de los chavales de la casa tuvo un efecto doble porque generó una conexión aún más estrecha con la grada que se subió en masa a su barco.
La tónica ha continuado en los siguientes meses. En el verano Claudio instaló definitivamente en el primer equipo a los Hugos, a Damián, a Javi Rodríguez, a Alfon, a Pablo Durán, a desterrados como Carreira... y han continuado entrando otros que tendrán su protagonismo a lo largo del próximo año como es el caso de Fer López. Borja Iglesias, Ilaix Moriba y Marcos Alonso fueron las únicas incorporaciones que el Celta encontró en el mercado. Y todo comenzó a funcionar. El equipo vigués cierra el año en una situación idílica, muy lejos de la zona de descenso y no demasiado distanciado de la pelea por Europa. Pero su éxito va mucho más allá de un número de puntos. El Celta hoy es un equipo en el que el peso de sus canteranos no deja de crecer mientras el club sigue ganando militantes para su causa. Balaídos, donde el equipo apenas ha dejado escapar puntos en los últimos meses, es una fiesta permanente con un porcentaje de asistencia que no se recuerda, una afición comprometida y rejuvenecida que disfruta con lo que transmite el equipo y que se ilusiona con todo lo que asoma desde el filial.
Alejado de los conflictos del pasado el Celta se centra en seguir su camino gracias a las alianzas que ha ido generando para que la vida del club sea mucho más apacible. Solo las cuentas, que una vez más arrojaron un saldo negativo, ensombrecen un poco la gestión de la actual directiva. Ese es el único pero que se les puede poner en un momento de conexión absoluta entre el Celta y su gente. Pero nada hubiese sido posible sin la aparición en escena de Claudio.
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