Economía

La inflación desacelera el despegue económico

Las bajadas fiscales y la “excepción ibérica” abaratan la energía, pero la alimentación se desboca

Una clienta de una pescadería del Mercado del Calvario en Vigo, pagando.

Una clienta de una pescadería del Mercado del Calvario en Vigo, pagando. / Pablo Hernández Gamarra

Julio Pérez

Julio Pérez

Pese a las insistentes amenazas con romperlo, Rusia aceptó el pasado 17 de noviembre la renovación durante otros cuatro meses del acuerdo firmado con la mediación de Turquía para dar salida al cereal ucraniano. “Esta iniciativa muestra la importancia de la diplomacia discreta en encontrar soluciones multilaterales”, destacó António Guterres, secretario general de la ONU. Su agencia para la alimentación y la agricultura, la FAO, lleva meses alertando de la grave crisis de hambruna que se avecina, especialmente en los países menos desarrollados. La guerra enfrenta a dos de los mayores proveedores de maíz, trigo y fertilizantes del mundo. De allí viene el 40% de la materia prima importada por los fabricantes de piensos de Galicia, que, poco después de estallar el conflicto, empezaron a sufrir ya la escasez y el incremento disparado de los precios. Fue solo el principio. Los problemas que las grandes economías arrastraban por los cuellos de botella provocados por la brusca recuperación pospandemia se agravaron con la tormenta perfecta de los altos costes de los insumos y la energía. Tanto, que en algunos países se habla abiertamente de otra recesión.

La inflación alcanzó en noviembre el 6,8%, cada vez más lejos del 11% que llegó a tocar a mediados del pasado ejercicio. La moderación del Índice de Precios al Consumo (IPC) va más lenta en Galicia, donde la tasa de variación anual se sitúa en el 7,5%. Por fin la electricidad da una tregua, pero no la cesta de la compra, que registró un alza del 15%, dos décimas más que el mes precedente. El azúcar se encareció un 65%, un 30% los huevos y por encima del 28% los aceites y la leche. Los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación constatan que el gasto para llenar la nevera en la comunidad aumentó un 5,4% desde el verano, cuando los precios empezaron a repuntar con fuerza, mientras el consumo no para de bajar, especialmente en frescos.

La enorme brecha entre la inflación general y la evolución de los alimentos aviva el debate sobre qué parte del golpe para el bolsillo de los ciudadanos viene de los mayores gastos de las empresas transformadoras y los distribuidores y cuánto se debe al mantenimiento de los márgenes empresariales. No es algo que suceda solo en los supermercados. Las ganancias de las sociedades no financieras hasta el tercer trimestre crecieron un 21%, según el Banco de España, con petroleras, eléctricas, comercio y hostelería a la cabeza. La subida salarial pactada en los convenios firmados hasta noviembre roza el 4% en Galicia, donde la recaudación del Impuesto sobre Sociedades, aplicado al beneficio de las compañías, aumentó un 24%.

La rebaja de otros dos tributos, el IVA y el Especial sobre la electricidad, y la supresión temporal del que grava la generación, costaron ya más de 6.000 millones de euros este año. La luz fue el gran quebradero de cabeza en los hogares en 2022, hasta que España y Portugal consiguieron el beneplácito de las autoridades comunitarias para poner un tope a la remuneración de las instalaciones de gas. La llamada “excepción ibérica” cumplió recientemente seis meses con un ahorro, según el Gobierno, superior a los 3.000 millones de euros. Su éxito ha llevado a Bruselas a plantearse la “europeización” de la medida, en paralelo a las decisiones de ahorro impulsadas en agosto –el apagado de los escaparates por la noche y la temperatura regulada de aires acondicionados y calefacción, entre ellas– y la carrera para llenar los almacenes de gas y garantizar un invierno sin cortes de suministro.

Y eso es lo que sigue preocupando. Que la crisis energética no se recrudezca en los próximos meses. Como sucedió tras la aparición del COVID-19, las previsiones económicas se empapan de incertidumbre e, incluso, pecan de pesimismo. El Producto Interior Bruto (PIB) de España creció más de lo previsto en el segundo trimestre (1,5%) y el tercero (0,2%), mejorando la estimación del conjunto del año hasta casi el 5%. El freno llegará en 2023: la Comisión Europea prevé un 1% de alza, el FMI pronostica el 1,2% y el 1,3% la OCDE, frente al 2,1% fijado por el Gobierno. Galicia, donde también se nota la desaceleración –el verano acabó con un avance del PIB del 2,5% gracias a la exportación porque el consumo y el gasto público bajaron–, crecería el 1,7%, según la Xunta.

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El control de la inflación obsesiona al Banco Central Europeo (BCE), que ha dado un volantazo en la política monetaria finiquitando la era de ocho años con tipos negativos. En 2022 impulsó cuatro subidas consecutivas, hasta situar el precio del dinero en el 2,5%. “No es suficiente”, aseguró, rotunda, su presidenta, Christine Lagarde, alejando la idea de una contención ahora que la inflación apunta también a una tregua. El euríbor va por delante incluso. Su tasa diaria superó en diciembre el 3%, su tasa más alta desde diciembre de 2008. El subidón de las hipotecas ha llevado al Gobierno a pactar medidas con los bancos para los hogares con menor renta.