En la popular comedia “Atrapado en tiempo” (1993), más conocida como “El día de la marmota”, el cínico protagonista, que encarna Bill Murray, se ve condenado a revivir el mismo día eternamente. Desesperado, termina tratando de suicidarse para intentar acabar con la aplastante monotonía en la que se ha convertido su vida.

Hasta que se da cuenta de que puede aprovechar esa repetición para, a puro ensayo y error, aprender a conquistar a la mujer que le gusta, interpretada por Andie MacDowell. Algo así ocurre con este y otros virus: cuanto más se contagia y más se replica, más probabilidades tiene de “aprender” a entrar mejor en nuestras células.

Es lo que han hecho variantes como alfa, delta y ahora ómicron, y lo que nos está condenando a este interminable déjà vu de olas, mascarillas de quita y pon y restricciones.

EL VIRUS de LA MARMOTA

“Es una cuestión de genética evolutiva. Que salga una variante de escape vacunal es inevitable, es lo que tiene que hacer el virus. Tiene una capacidad de aprendizaje muy superior a la nuestra. Vemos variantes que han aprendido del confinamiento cómo atacarnos. Lo que están haciendo es mejorar la transmisibilidad en base a la proteína S. Todavía pueden mejorar más, pueden aparecer variantes que mejoren la transmisibilidad actual, que es explosiva”. Estas palabras del catedrático de Microbiología Benito Regueiro, pronunciadas en Vigo el pasado 22 de julio, cerca del pico de incidencia de la quinta ola en España (701 casos de incidencia acumulada a 14 días), suenan hoy casi proféticas, pero no son más que una descripción –brillante, eso sí– de la naturaleza de los virus, “nubes de mutantes”.

  • "Es una cuestión de genética evolutiva. Que salga una variante de escape vacunal es inevitable"

Como explicó Regueiro, en un día cualquiera de la pandemia puede haber 385 millones de infectados. “Eso quiere decir que hay una cantidad de 10 elevado a 21 de copias de virus, una cifra tan inmensa que lo más próximo sería hablar del infinito. El virus es una maquinaria inteligente, se originó hace 4.000 millones de años. Cuando empezaron a desarrollarse los virus ni siquiera había Luna. Forman parte de nuestra propia constitución”, explicó Regueiro.

Esa maquinaria implacable se ha llevado por delante la vida de 5,5 millones de personas en el mundo, aunque algunas estimaciones, como la de “The Economist”, multiplican por 3 esa cifra. Tendemos a pensar que la mayor parte de las muertes por COVID-19 se produjeron el pasado año, pero no es así. El primer millón de muertos no se alcanzó hasta el 28 de septiembre de 2020, según la estadística de la Universidad Johns Hopkins (EE UU). A los 15 días de este año se alcanzaron los 2 millones; 3 millones el 17 de abril y 4 el 8 de julio. El pasado 31 de octubre llegamos a los 5 millones.

España inició el año con alrededor de 51.000 fallecidos. Hoy ronda los 90.000, cifra oficial de Sanidad, aunque sabemos que la real ronda los 110.000. A comienzos de 2021 los casos no llegaban a los 2 millones. Hoy triplicamos esa cifra. La capacidad diagnóstica es mucho mayor que la de marzo de 2020, pero eso no explica el enorme incremento de los contagios. Hemos dejado que un virus de transmisión respiratoria pero multisistémico infecte a una parte sustancial de la población, sin que eso se haya traducido en inmunidad más allá de unos meses. A nivel global, las altas tasas de transmisión se han traducido en la aparición de variantes de preocupación como alfa, detectada por primera vez en Inglaterra y más transmisible que la cepa original de Wuhan, delta (en la India) beta y ómicron (ambas en Sudáfrica). Ómicron, anunciada hace poco más de un mes y ya prevalente en algunas de las principales ciudades del hemisferio norte, como Londres, Nueva York y Madrid, presenta 32 mutaciones en la proteína S, un número hasta ahora nunca visto en el SARS-CoV-2. Combina una transmisibilidad aún mayor que delta, hasta ahora dominante en casi todo el mundo, y un grado de escape vacunal sin precedentes.

La variante gamma o P.1 dio, en enero de 2021, un aviso al mundo que pocos quisieron oír: provocó una ola devastadora en la ciudad brasileña de Manaos, donde tres cuartas partes de la población presentaban anticuerpos por haberse contagiado de COVID-19 en una gran ola previa. Gamma puso sobre la mesa la posibilidad de la reinfección, aunque en el resto del mundo no prosperó por la competencia de otras variantes más transmisibles.

2021 ha sido el año de las variantes de preocupación, pero sobre todo de las vacunas. Como reflexionaba recientemente un experto, no hay que extrañarse porque una persona de 67 años, como Antonio Resines, haya acabado en la uci estando totalmente vacunada, sino preguntarse qué hubiera sido del actor sin la protección que confieren las inyecciones. Probablemente la respuesta es una muerte segura. Igual que llevar casco no evita accidentes pero reduce su gravedad, ponerse la pauta completa de la vacuna no evita del todo la infección pero sí disminuye su severidad.

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Las vacunas basadas en la tecnología de ARN mensajero (ARNm), Pfizer/BioNTech y Moderna, han prevalecido como las únicas utilizadas actualmente en España. Las variantes y algunos casos extremadamente raros de efectos adversos, además de una mala comunicación, minaron el prestigio de las vacunas de adenovirus, AstraZeneca y Janssen, y la gran candidata al quinto lugar de la lista de vacunas aprobadas por la Unión Europea, la alemana Curevac, se cayó de la carrera por malos resultados en los ensayos clínicos.

  • La EMA da luz verde a la vacuna contra el coronavirus fabricada en O Porriño

En su lugar se ha aprobado la vacuna de la compañía estadounidense Novavax, basada en una proteína “S” altamente purificada y cuyo antígeno se fabrica en la planta de Biofabri en Porriño. Un tipo de vacuna “tradicional” pero no por ello menos eficaz y avanzada tecnológicamente.

  • “Enhorabuena a la Humanidad por el impresionante logro de la vacuna”

Las vacunas contra el COVID-19 han sido un éxito indudable de la ciencia, y así lo reconocieron los premios Princesa de Asturias, aunque no, contra todo pronóstico, los Nobel.

Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2021 Señal institucional - RTVE

Hoy 38 millones de españoles, el 80% de la población total española está totalmente vacunada, lo que se traduce en una reducción significativa del número de hospitalizaciones y muertes. No estar vacunado supone multiplicar por hasta 20 el riesgo de morir por coronavirus.

Pero, aunque nos han acercado a la ansiada normalidad de 2019, las vacunas por sí solas no han bastado para acabar con la pandemia. El umbral del 70% de vacunados mencionado tantas veces por Pedro Sánchez para la inmunidad de rebaño pronto quedó obsoleto. Expertos como Anthony Fauci elevaron el porcentaje al 85%, otros al 90%... Y ahora el consenso es que no cabe hablar de inmunidad colectiva con este coronavirus. Caló el mensaje erróneo de que las vacunas atajaban el contagio hasta en un 90%. Eso parecía desprenderse de estudios realizados en Israel con Pfizer, pero la realidad es que estas vacunas ofrecen una inmunidad funcional, pero no esterilizante. Para lo segundo habrá que esperar a las de segunda generación, como la que lideran en España los virólogos del CSIC Luis Enjuanes e Isabel Sola. Pero eso ya es materia para 2022 o quizá más adelante.

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Cala el mensaje de que “solo es un catarro”

La hipótesis de que ómicron es menos grave, apoyada por Sánchez, da alas a las conductas irresponsables

La hipótesis de que la variante ómicron tiene unas características intrínsecas que la hacen producir menos cuadros graves, apoyada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido tomada por muchos como un salvoconducto para obviar las medidas de prevención e incluso como una invitación al contagio masivo.

Sánchez estudiará con las CCAA medidas conjuntas para contener los contagios

Sánchez estudiará con las CCAA medidas conjuntas para contener los contagios Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EFE

Así lo advertían recientemente los colegios médicos de España, que alertaban de que el mensaje de que “ómicron mata mucho menos” ha ayudado a alimentar conductas inapropiadas. Mientras que los verdaderos expertos, virólogos, epidemiólogos e inmunólogos, insisten en que aún hay muchos aspectos que se desconocen y que lo mejor es vacunarse y evitar el contagio, algunos “influencers” pandémicos de las redes sociales anuncian que la pandemia se acaba con ómicron y que solo produce un catarro. Algunos de ellos son los que aseguraron en Navidad de 2020 que no habría tercera ola.