Faro de Vigo

Sobre hombros de gigantes

El deporte gallego avanza hacia nuevos horizontes desde la memoria de los pioneros y los héroes de su rica historia

Armando Álvarez | Juan Carlos Álvarez
Juan Carlos Álvarez Firmas
Firmas
Armando Álvarez Firmas
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El deporte ha sido una materia esencial en la información de FARO DE VIGO casi desde el mismo inicio de la creación del periódico. Al principio, como notas sueltas dentro de los ecos de sociedad, sin que existan límites claros a la hora de distinguir lo deportivo de otras experiencias lúdicas; ya en las primeras décadas del siglo XX adquirirá definición y sección propia, a la que se le dará una especial prioridad en el tratamiento gráfico. El peso de la información deportiva irá aumentando de forma progresiva como reflejo preciso de su mayor trascendencia en la agenda pública. En FARO se puede constatar la evolución del deporte en estos 170 años; de la actividad elitista de los pioneros, vistos como seres estrafalarios, a la práctica masiva en todos los niveles y edades; del amateurismo estricto al profesionalismo; de la simple diversión al concepto de negocio-espectáculo. En las páginas de FARO han quedado retratadas todas las posibles manifestaciones del deporte: la gloria y la miseria, no siempre ligadas al resultado; el deporte como conflicto y como nexo de unión por su extraordinaria capacidad simbólica; la pequeña actividad diaria y los grandes acontecimientos; la esforzada labor de los promotores y la riqueza del tejido societario creado por sus herederos... El deporte funciona siempre como expresión de la sociedad en la que se inscribe y lo produce. Sucede así en el caso gallego. FARO ha registrado la voluntad individual, muchas veces contra los lastres externos, la capacidad de innovación y el poder que se alcanza cuando se congregan esos impulsos en proyectos colectivos. También se han reflejado las controversias, los cainismos y las querellas que han impedido obtener mayores logros. El deporte, como siempre en su historia y como cualquier faceta humana, encara un nuevo periodo de transformación en su práctica y su consumo, ligado a la tecnología. Avanzar hacia nuevos horizontes, conservando a la vez la memoria del camino recorrido, es el compromiso en esta aventura sin fin.

Aquellos locos ingleses en El Malecón

Imagen de un partido disputado en el Relleno del Malecón de Vigo (actual calle Luis Taboada) a finales del siglo XIX.

Imagen de un partido disputado en el Relleno del Malecón de Vigo (actual calle Luis Taboada) a finales del siglo XIX.

“Otra vez han vuelto a visitarnos los ingleses. ¡Son tan amables! Caminan como cuatro, pisan como seis y beben como cincuenta. Por eso son la felicidad andante. Pescan, cazan, comen, fuman, pintan y juegan a la pelota, según su uso y manera”, relataba un suelto el 10 de junio de 1876. Cuando en 1878 se fundó el Club Inglés de Río Tinto, en Vigo ya se conocía bien el ‘foot-ball’. No solo por las tripulaciones en sus asuetos. El Cable Inglés había abierto delegación en la ciudad en 1873. Sus empleados practicaban lawn tennis, remo, vela, cricket... En 1895 se disputó el primer partido de rugby que se ha registrado en España. Mucho antes había cuajado ese fútbol novedoso, que se jugaba en El Malecón y sedujo a la burguesía local. Al equipo del Cable Inglés, el Exiles, le siguió el Petit mestizo y pronto los propios Sporting, Vigo y Fortuna, de cuya fusión nacería el Celta. En 1905, estudiantes vigueses cayeron ante los marineros del “Triumph”. Antes, el Exiles había batido a los oficiales del acorazado “Exmouth” y del “Good Hope”. El deporte era internacional.

Los primeros héroes del pueblo

Primer Campeonato de Galicia en 1916

Primer Campeonato de Galicia en 1916

El deporte moderno se estaba creando a la vez que Vigo se desplegaba en ese cambio de siglo. Los hijos de los clanes conserveros regresaban de sus estudios en Inglaterra con artefactos extraños como esas bicicletas con las que se lanzaban a la travesía entre Vigo y Baiona, competían en el velódromo del Malecón, jugaban a cazar lazos o dirimían su equilibrio en pruebas de lentitud. Eran los Curbera, Massó... También Waldo Gil, uno de los primeros astros del velocípedo, luego insigne médico fusilado contra la tapia de Pereiró en la Guerra Civil. El pueblo llano no se mantuvo ajeno a esa fiebre. Al menos todo el mundo podía galopar. Eran 43 los que participaron el 9 de abril de 1916 en una carrera por las calles del centro, con subida a O Castro, que supuso el primer Campeonato de Galicia. Lo ganó un muchacho de 17 años, José Castillo, con camiseta del Vigo Sporting y trabajador del ferrocarril. “Podía haber corrido varios kilómetros más”, escribió Hándicap. Pronto irrumpirían los “finlandeses del Comesaña”. Figuras paternas de tantos que vendrán.

En la piscina, la pasarela y el estrado

Emilia Docet Ríos

Emilia Docet Ríos

Aún prosigue la lucha femenina por conquistar espacios y derechos, pese a todo lo avanzado, como demuestran los recientes acontecimientos de la selección española de fútbol. El deporte, escaparate por excelencia, ha sido uno de los territorios en los que se ha visibilizado ese empeño. Al comienzo, limitado a las clases sociales pudientes. Abundaban los apellidos extranjeros y entre los locales (Requejo, Del Río, Cantero, Ansaldo, Conde, Curbera), fue la marquesa de Mos la que sobresalió en tenis. En 1920 se creó el Vigo Tennis Club “por un grupo de ambos sexos amantes de tan higiénico juego”. Pero quizá la primera deportista popular fue Emilia Docet Ríos, socia del Club Marítimo, institución de filiación republicana en comparación con el monárquico Náutico. Docet había sido una excelente nadadora, aunque su fama se disparó cuando resultó elegida Miss España en 1933. Fue la única mujer que habló en el Mitin das Arengas, esencial para el galeguismo, en la Praza da Quintana, en 1934. 

Las hazañas imposibles de Febrero y Delio

Alejandro Febrero cuando era entrenador de natación en el Real Club Náutico de Vigo

Alejandro Febrero cuando era entrenador de natación en el Real Club Náutico de Vigo

La Guerra Civil fue en Galicia corta en duración, por el triunfo del golpe, y larga en sufrimiento, con paseos, depuraciones y maquis. Paralizó el deporte, como el ascenso a Primera que el Celta había al fin conquistado. Al céltico Nolete lo dieron por falsamente muerto en Aragón y otro céltico, Toro, se negó a participar en un pelotón de fusilamiento en O Castro. Pero hubo eventos concretos gracias a la lejanía del frente. Balaídos, por ejemplo, acogió el 29 de agosto de 1937, el primer partido de la selección de fútbol del bando nacional, contra Portugal. Terminado el conflicto, la actividad fue recobrando su ritmo, aunque condicionada por las limitaciones materiales. Por eso alcanza una dimensión épica Alejandro Febrero, capaz de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, sin que existiese una piscina en toda Vigo. Las heladas aguas del puerto habían sido su lugar de entrenamiento. Antes, en 1945, Delio Rodríguez, cabeza del clan con sus hermanos Emilio, Manuel y Pastor, había ganado la Vuelta a España.

Cumbres tan altas, simas tan profundas

Aunque añoren sus suaves colinas, los gallegos ansían lanzarse a las grandes cumbres. En época moderna han sobresalido Jesús y José Antonio Martínez Novás, con expediciones a ocho de las cumbres más altas. Les siguieron Jerónimo López, Roberto Santaeufemia, Ramón Blanco, Félix Criado, Fausto Blanco, Chus Lago, Julián Rodríguez León, Xoan C. Alonso, Sechu López o Roberto López, que cierra de momento en el Manaslu la docena de conquistadores de 8.000. La montaña se ha cobrado su precio, con el fallecimiento de Abel Alonso en 2013 mientras descendía el Gasherbrum I o el de Santiago Suárez, durante la expedición al Manaslu en 1989. “Es el padre de todos”, describe Chus Lago. “Él convirtió el excursionismo de la época en un deporte”, añade Fernando Fernández Rey. Hablan de Constancia Veiga, Chito, que abrió los cielos al alpinismo gallego aunque curiosamente el acto seminal correspondiese a la espeleología: la exploración de la Cova do Rei Cintolo en 1954.

Fabricantes de coches, barcos y sueños

Vigo pertenece a los pescadores y los obreros. Esas manos han construido la ciudad a la vez que fabricaban barcos y coches o salían a faenar. El mar y el motor han tenido su expresión deportiva. La ría se convirtió pronto en escenario de regatas de un día que seguían Alfonso XIII o Primo de Rivera. La aventura marítima ha ido desde la vela ligera, que tuvo en Cholo Armada y su Chuvias un referente histórico, hasta el gran proyecto oceánico gallego: el Pescanova 93. Entre los grandes patrones destaca la hazaña de Javier de la Gándara, a cuya pericia se debe el insólito rescate en el Índico Sur de un hombre caído al agua, su compañero en el Fortuna Jordi Doménech. Entre los aficionados al automovilismo es el Rally Rías Baixas, creado por Manuel Pestana, el que concita las pasiones e ídolos como Beny Fernández. O Estanislao Reverter, en Ourense, con su Alpinche. La Peña Motociclista, por su parte, organizó el Gran Premio Ciudad de Vigo de 1967 a 1972, marcado dramáticamente en 1970 por el fallecimiento del piloto sevillano Antonio Martín “El Negri”.

Aquel Celta que coloreó la Transición

La legendaria jugadora Marisol Pahino

La legendaria jugadora Marisol Pahino

El Celta sí tiene títulos. Además de los atléticos, los que le proporcionó su sección de baloncesto femenino, tres títulos de Liga (1977, 1979, 1982) y otros tres de Copa (1981, 1982, 1984), a los que añadiría otro par liguero (1999, 2000) y el último copero (2001) en su nueva formulación institucional. Rodrigo Alonso fue quien pactó con José Nistal la absorción del Estudiantes. Joaquín García Picher ideó la fusión. El baloncesto masculino nunca ha alcanzado la estabilidad necesaria, pese a los numerosos intentos, para instalar a un club en la élite. Fueron las “niñas”, así conocidas con el paternalismo de la época, las que llenaron las gradas del Central de As Travesas con más de 6.000 espectadores y dotaron de color a los fines de semana de la Transición. Y con plantillas compuestas mayoritariamente por canteranas, más fichajes pronto asimilados como propios como la legendaria Marisol Pahino, que fueron capaces de romper el eje Madrid-Barcelona.

La mala salud de hierro del balonmano

La historia del balonmano gallego se enraiza obviamente en la provincia de Pontevedra. En Vigo se jugó a balonmano once, en la postguerra. Es una historia de esfuerzos y sufrimientos, de auges, caídas y vaivenes. Resiste malamente el Teucro y ha cesado su actividad el Academia Octavio, los dos grandes clubes que tomaron el relevo de un Vulcano que se sostenía sobre empleados del astillero. Los dos llegaron a coincidir en Asobal con el Chapela y el Cangas, que mantiene elevado el pendón en Asobal, a la que intenta regresar el Cisne y acceder el Novás. En División de Honor Femenina brillan el Porriño y el Guardés, cuyo título liguero de 2017 es el gran tesoro. Son decenas las canteras que siguen produciendo excelentes jugadores y jugadoras. A Octavio le corresponde una de las decisiones tácticas más insólitas. Logró su primer ascenso a Primera Nacional en 1970, contra el poderoso Chamartín de Juan de Dios Román. El entrenador académico, Magdalena, lo sorprendió ejecutando una presión al hombre a toda cancha durante los sesenta minutos.

Los locos atletas que adoraban el barro

Los atletas Carlos Pérez y Álvarez Salgado durante una carrera

Los atletas Carlos Pérez y Álvarez Salgado durante una carrera

Del barro brotó en Vigo una generación de atletas brillantes que pasearon por España y el mundo la camiseta celeste del Celta. Carlos Pérez, Alvarez Salgado... en menor medida Manuel Alonso convirtieron el atletismo en un deporte de masas en Vigo. De su colaboración y también de su rivalidad surgieron grandes resultados, títulos nacionales, récords de España y participaciones olímpicas como las protagonizadas por Pérez (tres presencias en 1960, 68 y 72) y Salgado (1972). Ellos plantaron una semilla que floreció porque fueron los referentes de todos los que vinieron tras ellos y que ondearon la bandera del atletismo vigués durante las siguientes décadas. Aparecieron mujeres sobresalientes como Julia Vaquero, cuyos mejores registros aún no encontraron quién los mejoren, o Estela Estévez y entre los chicos Alejandro Gómez fue el gran heredero, el chico de Zamáns que siendo adolescente se atrevió a mirar a los ojos de los africanos.

Un gallego vuela en el circuito de Jerez

Alvaro Pino en su regreso en helicóptero de la mano del periodista José María García tras ganar la Vuelta a España

Alvaro Pino en su regreso en helicóptero de la mano del periodista José María García tras ganar la Vuelta a España

En medio de una travesía del desierto para el deporte vigués y gallego, sin grandes logros que abrazar, un ponteareano revolucionó nuestras vidas un mes de mayo de 1986. Alvaro Pino, “hijo deportivo” de Delio Rodríguez, se enzarzó en un combate con el escocés Robert Millar por la Vuelta a España. Aquello era una novedad para una tierra tan poco acostumbrada a esas locuras. Durante semanas la sobremesa se vivía pegado al transistor o a la televisión. En la ascensión a Sierra Nevada todo estuvo a punto de desmoronarse, pero Pino se mantuvo en pie tras un apretón en los últimos kilómetros. La carrera dependía de lo que sucediese en la crono de Jerez, con salida en el circuito de velocidad. En uno de los grandes días de su carrera deportiva, el gallego ganó la etapa y por lo tanto la Vuelta. Regresó a un pueblo enloquecido en helicóptero de la mano del periodista José María García que transformó aquellas celebraciones en algo parecido a un circo. 

La otra riqueza que da el mar gallego

El palista y piragüista David Cal posa con sus cuatro medallas olímpicas

El palista y piragüista David Cal posa con sus cuatro medallas olímpicas

Una de las muchas riquezas que proporcionan las rías gallegas han sido la legión de piragüistas de primer nivel mundial. No hay deporte como éste para Galicia que ha encontrado en los canales olímpicos una fuente inagotable de éxitos. Curiosamente el camino lo abrió un lucense como Ramos Misioné en los Juegos de Montreal en 1976 y Moscú en 1980. El tudense Enrique Míguez se sumó con un bronce en Los Ángeles 1984. El trabajo fructificó tiempo después con la aparición de un talento inmenso, tal vez el mayor que ha dado Galicia en su historia. Llegaron las cinco medallas de David Cal, estandarte de una generación asombrosa a la que pertenecen Carlos Pérez, Cristian Toro, Rodrigo Germade, Carlos Arévalo y Teresa Portela, la mujer que dentro de un año competirá en sus séptimos Juegos Olímpicos. Hace dos años en Tokio saldó una deuda con el deporte al conseguir al fin una medalla olímpica que en más de una ocasión se le había escapado por un suspiro. Y lo mejor es que el futuro que viene es si cabe aún más esperanzador. Las rías siguen produciendo de forma imparable para convertir el piragüismo en el deporte rey para Galicia. Al menos es lo que dice la sala de trofeos. Y no admite discusión ni comparación.

La maravillosa sinfonía celeste 

Mostovoi y Karpin en un partido con el Celta

Mostovoi y Karpin en un partido con el Celta

En esa historia maravillosa que han sido los cien años de vida del Celta -narrados de forma minuciosa en las páginas de Faro de Vigo que fue esencial en el nacimiento del club porque de sus páginas surgió la idea de fusionar al Vigo y al Fortuna para crear un equipo más poderoso- hubo muchos “Celtas” diferentes. Divertidos, ganadores, desafortunados (demasiados), trágicos, orgullosos… inolvidables todos. Una historia rica donde puede que por encima de todo destaque el equipo de final del siglo XX y comienzos del XXI. Aquel Celta dio un salto en lo que era la vida del club y lo llevó a cotas nunca antes imaginadas. Fueron los tiempos de Mazinho, de Mostovoi, de Karpin y de muchos otros; los de las victorias extraordinarias ante el Aston Villa, el Liverpool, el Benfica, la Juventus; los siete años en competición europea; la temporada en la Liga de Campeones que trajo la victoria en el campo del Milan; el desafío constante a los grandes de la Liga y, por desgracia, aquella final perdida en Sevilla en junio de 2001 ante el Zaragoza. Era el día que debía coronar aquella obra. Todo sucedió en un permanente frenesí, tal vez el más vertiginoso que la historia de este bendito club nos ha regalado a lo largo de esos cien años de vida que ahora mismo está celebrando.

La Ría de Vigo, el mejor circuito

Salida de la Volvo Ocean Race que se produjo en el año 2005 en la ría de Vigo

Salida de la Volvo Ocean Race que se produjo en el año 2005 en la ría de Vigo

Nuestra tierra ha sido siempre un eficaz anfitrión de competiciones de toda clase. Muchos de ellos torneos, carreras o campeonatos que se han consolidado a lo largo del tiempo para formar parte de la agenda anual. Pero también han proliferado acontecimientos más puntuales que han hecho que el mundo volviese la mirada hacia esta esquina de Galicia. El Mundial de 1982 puede que sea el punto de partida de una serie en la que hemos encontrado espacio para todo. Reuniones históricas de atletismo en Balaídos (por desgracia desaparecidas), etapas de la Vuelta a España, Mundial de hockey, carreras…pero puede que de todos ellos nada haya sido tan especial como la salida de la Volvo Ocean Race que se produjo en el año 2005 y que convirtió la ría de Vigo en un hervidero, en uno de los grandes espectáculos que se han visto por aquí. Una fiesta en la que al fenómeno social se añadió el hecho de acoger la regata oceánica más extrema del mundo, una competición que en interés mediático se sitúa entre las más importantes que se disputan en el planeta. Nada falló. El público se entregó, la ría parecía un aparcamiento gigante de embarcaciones y la tormenta de aquel mediodía hizo lucir a aquellas fieras en todo su esplendor. Un día casi perfecto.

Un amarillo camino de Montelimar

Óscar Pereiro vestido con el maillot amarillo

Óscar Pereiro vestido con el maillot amarillo

Camino de Montelimar, un 15 de julio de 2006, bajo un sol de justicia Oscar Pereiro comenzó a hacer cuentas. Una escapada “bidón” estaba a punto de convertirle en inesperado líder del Tour de Francia. El de Mos, uno de los muchos corredores gallegos que se hicieron un hueco en el ciclismo profesional gracias a la generosidad y el ojo de los clubes portugueses, hacía tiempo que ya había asomado el hocico en Francia. Una etapa el año anterior (el mismo en el que consiguió la suya Marcos Serrano) daba muestras de su clase y potencial, pero vestirse de amarillo parecía demasiado. Le subestimaron y allí comenzó una de las grandes historias del deporte gallego. Pereiro, de quien no se esperaba un rendimiento tan sobresaliente en la última semana de carrera en los Pirineos, sacó lo mejor de dentro para librar hasta el último día un duelo que paralizó Galicia con Floyd Landis. Se subió al segundo cajón del podio en los Campos Elíseos de París. Dos días después los teletipos lanzaron la noticia de que el americano había dado positivo. Se inició entonces el proceso que acabó por coronar a Oscar Pereiro como el primer gallego y quinto ciclista español en ganar la carrera más importante del mundo. Eso sí, nadie le pudo dar la foto que un tramposo le robó en el corazón de París.

Los Juegos dejaron de ser una ilusión

Támara Echegoyen, Sofía Toro y Ángela Pumariega, en el podio tras recibir su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. / Jorge Zapata / EFE

Támara Echegoyen, Sofía Toro y Ángela Pumariega, en el podio tras recibir su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. / Jorge Zapata / EFE

En los últimos años los deportistas gallegos han asaltado los principales escenarios deportivos del año. Lo que antes era un acontecimiento excepcional hoy es moneda común. Esa progresión se ha visto de forma más descarada en los Juegos Olímpicos (el principal termómetro mundial para el deporte). No hace mucho que el sueño era colocar en la cita a unos pocos representantes; ahora mismo el cálculo se hace en base a las medallas con las que pueden regresar. Ya hemos hablado del caso de los piragüistas, pero en estas últimas décadas Galicia celebró la gloria que trajeron muchos de sus deportistas. En esta relación aparecen el oro de Támara Echegoyen (además de dos cuartos puestos en citas posteriores) y Sofía Toro en vela; el bronce de la jugadora de balonmano Begoña Fernández en los Juegos de Londres, el bronce de Rodrigo Corrales o la plata de Iván Villar en Tokio. Sin olvidar que en esa misma cita de Japón de hace dos años el vigués Nico Rodríguez se incorporó a esa relación de medallistas en la principal competición deportiva del mundo. Hoy son referentes en su deporte. Su historia ya no se parece a la de aquellos pioneros que señalaron el camino y desbrozaron la maleza. Pero su mérito y grandeza sigue siendo la misma.

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