La contención, el lirismo, la suavidad... Solo el personaje de Noriko, nombrado como la protagonista de la así bautizada trilogía de Ozu, resiste la bajada a tierra, a lo cotidiano y hasta a lo grotesco de las últimas películas de Yoji Yamada, que ha dejado atrás su declaración de amor al maestro ("Una familia de Tokyo") para centrarse en una comedia más telefílmica en sus dos últimas obras (esta es secuela de la anterior, "Maravillosa familia de Tokyo"). El cineasta quizás busca curarse de las desgarradoras heridas abiertas en "Nagasaki: Recuerdos de mi hijo". Pero, humor aparte, Yamada, que tiene 86 años, no deja de abordar temas muy serios, como nuestra fecha de caducidad y la intrínseca soledad.
Verano de una familia de tokyo