No erosiona el viento, si no es cómplice el tiempo, y ese deterioro, que lima la vitalidad y esparce los ideales de la juventud, es lo que late en "La casa junto al mar". La carrera comprometida, a lo Ken Loach, de Robert Guédiguian le autoriza para mirar atrás, incluso al modo lucha, con nostalgia. Sus actores fetiche le acompañan, otra vez, a un presente en el que la dolencia del padre sirve de excusa para el reencuentro de tres hermanos. Regresan a un paraíso que el tiempo y el dinero han ajado. Sabemos que ese es el destino de todos los regresos. El toque de Guédiguian y sus maravillosos intérpretes es contarlo con lucidez, dulzura y belleza y demostrar que además de pasado hay futuro.
Lo que el tiempo se llevó