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El señor del castillo

Más allá de su maestría con los patrones, Givenchy renovó el concepto de decoración francesa

Givenchy en Le Jonchet, con uno de sus perros

Hubert de Givenchy, fallecido esta semana a los 91 años, último garante de la alta costura parisina, fue también el gran paladín de la decoración francesa, que renovó y adaptó a su estilo ultrachic, jamás recargado. El mejor ejemplo para conocer la estética que adoraba el maestro es el castillo de Le Jonchet, una de esas propiedades que abundan en el Valle de Loira, sólo que mucho más cuidada en los detalles que la mayor parte de ellas.

El castillo renacentista de principios del siglo XVII fue construido por el arquitecto Gabriel de Lestrade. Estaba en ruinas en la década de 1950 y fue restaurado por el ¬arquitecto Fernand Pouillon. Más tarde fue propiedad de Roger Bellon, dueño de compañías farmacéuticas, posteriormente fue la casa favorita del modisto, que repartía su tiempo entre este enclave, París y Cap Ferrat.

Lo primero que hizo Givenchy fue llenar la casa de piezas de Diego Giacometti, hermano de Alberto. Gran parte de la colección fue subastada. El mobiliario fue hecho especialmente para la residencia, con paredes de piedra de tonos claros, hace guiños al espíritu francés, en dormitorios cuajados de flores y un exquisito uso de tapices y madera. Giacometti era especialmente conocido por incluir figuras de animales en sus muebles de bronce, y los de Givenchy no fueron una excepción. Los amantes de la obra del suizo pueden contemplar buenas piezas en la Fundación Maeght de Saint-Paul de Vence, otro pueblo que fascinaba a monsieur Givenchy, que fue muy amigo de Braque y de Picasso. Hubert James Marcel Taffin de Givenchy se crió en un ambiente acomodado, su abuelo era director de la histórica fábrica de tapices de Beauvais, en el norte de Francia. De él heredó Hubert la pasión por el lujo y el saber estar que mantuvo hasta el final.

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