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Cigala, bocados de mar

Es un marisco que combina bien con todo. Apenas aporta calorías, es sana, sabrosa y su carne es una sensación marina en el paladar. Como aperitivo, con guisos o arroces, la cigala es una auténtica estrella culinaria

Cigala, bocados de mar

Imprescindible de las comidas festivas o de cualquier menú de celebración, su presencia en la mesa desata los sentidos. De la cabeza a la cola, goza del aprecio de cualquier comensal por sus benéficos resultados en la salud y en el paladar: tiene sabor, pocas calorías y es fuente de proteínas.

La cigala es un crustáceo decápodo de cuerpo alargado, que mide entre 20 y 25 centímetros. Su nombre científico es Nephrops norvegicus y vive especialmente en el Atlántico y el Mediterráneo, en fondos arenosos, entre profundidades que oscilan de los 20 a los 250 metros, aunque puede llegar a honduras de 500. Se alimenta de moluscos y de pequeños peces, y es una cazadora solitaria que sale al anochecer para proveerse de sustento.

La cantidad de grasas que contiene es la más baja de los crustáceos después de los percebes. En cuanto a minerales y vitaminas destaca su contenido en potasio, fósforo, magnesio, yodo y vitamina B12. Uno de sus rasgos más característicos es su par de pinzas delanteras, bien desarrolladas, y su caparazón duro y estilizado. Apenas sobrevive fuera del agua, por lo que es raro encontrarlas vivas en las lonjas.

La cigala vive alejada de tendencias, puesto que nunca pasa de moda. Es un marisco que forma parte de la tradición gastronómica, que se sabe que va a gustar prácticamente a todos los que se sienten a una mesa. La mejor forma de apreciar su sabor es comerlas cocidas en agua marina o a la plancha, apenas sazonadas con sal. Ya lo decía el maestro Cunqueiro: "Las cigalas se pueden comer, como casi todo el marisco, solamente cocidas. Pero si son grandes y están frescas, están muy bien a la plancha. Los aficionados le chupan la cabeza, que es donde está el centro del perfume suyo". Por su parte, Doña Emilia (Pardo Bazán) se declaraba ferviente partidaria del langostino, acusando a la cigala de "insulseces". Era, claro es, de lo más injusta.

Aunque admite muchas otras preparaciones, pues una de sus características es su versatilidad en los fogones. Es típica de los cocktails de marisco, así como de salpicones, arroces, brochetas o guisos y muchas otras elaboraciones, como ensaladas o acompañando platos de mar y montaña.

La hembra de la cigala pone huevos cada dos años, que se fecundan cuando salen. Los lleva en las patas durante nueve meses y expulsa unas cuatro mil larvas que son de color verde. Nadan durante dos o tres semanas y, tras tres mudas, cuando miden unos 12 milímetros, caen al fondo para comenzar su vida bentónica.

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