La voz de Los Toreros Muertos, uno de los padres de ese reporterismo ´tocapelotas´ que hoy predican Gonzo o Jordi Évole, uno de los nombres tras "La bola de cristal" y, consecuentemente, un personaje mayúsculo durante La Movida. Y, además, un hombre sin pelos en la lengua. A sus 55 años, y después de reírse de su pasado en el libro y espectáculo "El mundo de la tarántula", Pablo Carbonell vuelve con "Phabladas", un nuevo espectáculo de humor que protagonizará hoy por A Estrada (Teatro Principal, 21.00 horas), mañana en O Carballiño (Auditorio Municipal, 21.00) y el domingo en Mos (centro dotacional de Torroso, 20.00 horas), con entradas a 10 y 12 euros en Woutick.es.

-¿Qué es lo mejor de mirar al pasado?

-Hay cosas que cuento que me han liberado, cosas que la gente suele tener debajo de la alfombra y he notado agradecimiento por esta desinhibición, incluso cariño.

-¿Y lo más complicado?

-No dejarse llevar por la floritura o el alarde literario. Ser llano es una complicación.

-Ha formado parte de proyectos históricos como "La bola de cristal".

-Yo tenía la televisión idealizada, la adoraba, me parecía un lugar mágico. Poder entrar en ella cuando apenas tenía 20 años y entrar en aquel programa, que rompió tantos moldes, es algo que he valorado mucho después. En aquel momento me parecía normal. Luego nos hemos dado cuenta de que la libertad de expresión era algo que iba a durar lo que dura una fiesta y que el pensamiento único y las leyes del mercado iban a cercenar poco a poco esa libertad hasta la situación actual.

-Otro espacio que le otorgó gran visibilidad fue "Caiga quien caiga". Sus encuentros con Esperanza Aguirre eran ´singulares´. ¿La ha vuelto a ver?

-Sí, alguna vez hemos coincidido, y siempre ha sido amable conmigo. Leo de vez en cuando en la prensa que le preguntan por mí. Ella dice que somos amigos y que se alegra mucho de que mi libro se venda bien. Si vuelvo a entrar en Madrid con la función, la invitaré. Yo tengo la buena costumbre de llevarme bien con todo el mundo. Estoy mucho más allá de ideologías.

-¿Sería posible ahora un programa como "CQC" con la clase política que tenemos en este país?

-No. Nuestra primera emisión, mi primer reportaje, fue la toma de posesión de Aznar. Han pasado más de 20 años, cágate lorito. En aquel entonces, sin crisis, en un estado de euforia productiva, nosotros podíamos hacer un programa amable, caer bien a la clase política, intentar humanizarlos, sacarlos del patrón oficialista. Ahora esa actitud sería infantil. Ahora necesitamos reportajes como los de Jordi Évole o Gonzo en "El intermedio".

-Los Toreros Muertos hicieron canciones como "Soy falangista" o "Mi agüita amarilla". ¿Ha perdido la música el sentido del humor?

-Sí, nos hemos vuelto bastante más serios. Pero el sentido del humor tiene una virtud. El humor es un excelente conservante y hace que nuestras canciones sigan siendo válidas. Nuestra sátira siempre ha sido más musical que política, somos una parodia de grupo. Cuanto mayor sea la auto represión o endiosamiento ostente el mundillo, más sentido tiene lo que hacemos.

-¿Es verdad que cantaron ante los lugartenientes de Pablo Escobar?

-Sí, todos están muertos. Hemos perdido un público que pagaba de maravilla.

-¿Escribiría alguna canción sobre la situación actual en Cataluña?

-Ahora que los políticos han definido el tema diferencial a partir de la lengua podría hacer una canción que recordara que la lengua es una herramienta de entendimiento, que la identidad va por otro lado. Que un idioma o un dialecto no es un ser vivo. Una lengua no sufre si no la hablas. Sufre el político que va a sacar un beneficio por meter la mano en la boca de la gente.

-¿Qué echa en falta dentro del panorama artístico de este país, dentro de la "tarántula"?

-Respeto institucional, visibilidad. No me refiero a ayudas. A nosotros con que de vez en cuando se pasen por los teatros, por el cine, que demuestren un interés nos encanta. Durante mucho tiempo hemos sufrido una cacería en la que prácticamente nos acusaban de que la crisis la había provocado nuestro sector. Desde el Ministerio de Cultura no hubo ningún interés por demostrar que Montoro estaba equivocado. Creo que el actual ministro, Íñigo Méndez de Vigo, tiene un carácter más abierto.