Érase una vez un cine que fabricaba sueños, donde era bello vivir y sobraban motivos para bailar bajo la lluvia. Ese espíritu no se perdió, pero convive con el de quienes miran hacia el otro extremo, a la realidad, a lo cotidiano, a "La vida y nada más", como avisa desde su título la película de Antonio Méndez Esparza. Para relatar la lucha por la superviviencia en el día a día de una modesta y desestructurada familia afroamericana, el madrileño apuesta por lo honesto, lo contenido y lo natural, incluidos unos actores no profesionales que resultan un descubrimiento. Sobre todo Regina Williams, esa madre coraje cuyos logros no envidian a los superhéroes y que, como ellos, tiene sus debilidades.
El discreto encanto de lo natural