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Lujo por bandera

Hombreras, volantes, drapeados y colores vertiginosos marcan la moda femenina otoñal

Modelos de Gucci.

El otoño de los excesos -al menos estéticos- ya está aquí. Los volantes, drapeados, hombreras, escotes y colores llamativos se cuelan en todas las colecciones e interpretan una auténtica sinfonía de extravagancias que al final acaban casando entre todas. La mezcla es, sin duda, la gran reina de la pasarela.

Turquesas, amarillos, rojos y rosas en todas su tonalidades se funden con estampados de cuadros Príncipe de Gales, patas de gallo y cuadros de leñador, flores y bordados. La amalgama de detalles es tan amplia que también afecta a las texturas. Es el momento de innovar y mezclar el punto con el terciopelo, las gasas con el tweed y los algodones con los bordados en seda.

La casa florentina Gucci, que anunció hace unos días que abandona el empleo de pieles naturales y cueros, es una de las firmas que se apuntan a esta bacanal de tonalidades. Los vestidos se alargan hasta el tobillo y se llenan de volantes y plisados en tonalidades degradadas. Los abrigos de borreguillo también mezclan coloridos en mangas y delanteros, lo que los hace combinables con el resto de las prendas. Los estampados animales, sobre todo de inspiración felina, tampoco desaparecen de las propuestas. Eso sí, este año la cebra sustituye al leopardo y gana presencia, quizá por la sugerente combinación de blanco y negro.

El plástico y los tejidos metálicos en oro y plata se unen a flecos y pasamanerías que revisten las prendas de exterior y las convierten en auténticas joyas. El terciopelo es otra de las texturas protagonistas tanto para el día como para la noche.

Y hablando de trajes de cóctel, merece la pena echar un vistazo a las propuestas de Giambattista Valli y sus vestidos llenos de flores bordadas y transparencias. Valli quiere convertir a la mujer en una especie de diosa mágica que se funde con la naturaleza.

En cualquier caso, en estos meses toca esmerarse un poco y dejar los looks demasiado informales para otras ocasiones. La sofisticación lo invade todo. Menos no es más, sino todo lo contrario, al menos por un tiempo.

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