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Viaje al espacio, al mar y al interior

La historieta, de un modo tradicional, ha sido el medio idóneo para proyectar trayectos. A mundos posibles o imposibles, o al mundo personal de los autores

Portada de "Sad Boi".

Antes de que los efectos digitales hiciesen del cine taquillero un lienzo en el que crear lo imposible con total verosimilitud, el cómic era posiblemente el medio más adecuado para plasmar las más desvariadas e inverosímiles fantasías. Flash Gordon ya pisaba planetas indómitos en la década de los treinta, a todo color, y Los Vengadores ya eran en los años sesenta y setenta el maravilloso grupo de superhéroes capaces de enfrentarse a las amenazas más locas del espacio infinito.

De Giraud/Moebius a Jim Starlin, de Winsor McCay a Pierre Christin, de "Diego valor" a "5 por infinito", la tradición de autores de historieta que han llevado el futuro imposible al papel es extensa, y a esa lista sumamos ahora un nuevo autor con bastantes cosas que contar: Mathieu Bablet. Estamos ante un creador emergente y de escasa obra publicada (tampoco se trata de un debutante) que con "Shangri-La" parece haber querido dar su particular puñetazo sobre la mesa del panorama galo del cómic. Con bastante éxito y unos resultados quizá no redondos, pero sí con bastantes puntos fuertes. Argumentalmente (vamos con el "viaje al espacio") trata de la historia de un lejano futuro en el que la Tierra ya no es habitable y la humanidad (lo que queda de ella) sobrevive en una estación espacial anclada sobre nuestro planeta. El relato se vuelve una demoledora crítica contra el neocapitalismo salvaje: la estación está gobernada por una corporación, que bombardea a los ciudadanos de estímulos consumistas para "aborregarlos".

Bablet camina entre el relato de género ortodoxo, la ciencia ficción clásica, y la parábola personal, con un ritmo cercano a la parsimonia del manga (de cierto manga al menos, el de tempo más cadencioso) y de la tradición más clásica del cómic francés. Y resbala en unos diálogos en exceso expositivos, arengas calzadas en conversaciones. Por el lado muy positivo tenemos sin embargo el contenido de esas arengas, nada complaciente, y sobre todo la inmensa habilidad del ilustrador para plantarnos ante los ojos imágenes tan bellas como poderosas e impactantes. "Shangri-La" lo edita Dibbuks en forma de libro-objeto que hace justicia al poder visual del autor. Un descubrimiento.

Zona "Hadal"

  • Otro viaje nuevamente insondable nos ofrece Roberto Massó en "Zona Hadal" (Fosfatina editorial). En "El submarino" Wolfgang Petersen nos encerraba, en 1982, en un claustrofóbico relato que hace temer el espacio cerrado de cualquier batiscafo. El planteamiento de Massó, sin embargo, nada tiene que ver con pasillos angostos y tuberías opresoras, imagen que ha quedado anclada en el imaginario popular cuando nos referimos a "Nautilus" que se sumergen. Su submarino es la nave que descubre un mundo inaudito, tan misterioso como las estrellas, la zona sub-abisal de los océanos.Hay un hilo argumental (a descubrir por los lectores, no lo destriparemos) pero lo importante de "Zona Hadal" no se encuentra en sus mínimos argumentales, sino en su diseño, las imágenes en ocasiones casi abstractas, en el empleo estilizado y efectista del color. La forma es objeto de investigación en las obras de Roberto Massó, cada vez más afinado en sus juegos y búsquedas.

Periplo interior

  • Berliac es una de las firmas emergentes más reconocidas del panorama actual. De él acaban de aparecer dos trabajos: "SadBoi" (Sapristi) y "Desolation.exe" (Fosfatina). En ambos el argentino Berliac hace otro tipo de búsqueda, hacia dentro, para desentrañar desazones: personales, generacionales, creativas, de relaciones y sentimientos... "SadBoi" relata la historia de un delincuente juvenil reconvertido en artista contemporáneo, "Desolation.exe" recopila cinco historias cortas e independientes, publicadas a lo largo del año 2015 en distintos medios. En ambas obras se advierte una crítica a los valores altoburgueses, digamos, y con una apariencia de dibujo japonés (y constantes citas a esa cultura en el caso de "SadBoi") y una narración dinámica muy de manga (cierto manga, ahora sería el más vertiginoso) busca en el lector reflexiones importantes. "SadBoi" es un trabajo de dibujo excelente que quizá resulte una lectura algo obvia en su mensaje, pero se crece gráficamente. Los relatos cortos de "Desolation.exe" resultan más libres y abiertos, hasta más personales si cabe, reforzando la idea de que Berliac es un autor interesante y a reivindicar.

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