Radu Mihaileanu no quiere traumatizar a ningún espectador. Solo quiere gustar. Incluso lo más doloroso está presentado de forma edulcorada, sin demasiadas aristas, para no provocar la irritación o la queja, a pesar de que las vicisitudes por las que atraviesa el protagonista harían palidecer a Job. Pero ese "buenrollismo" también menocaba la pasión que debería transmitir una película tan ambiciosa como para trasladar desde su título la idea de que lo que nos cuenta es LA historia de amor y no UNA historia de amor cualquiera. En su beneficio, hay que conceder que la película es bonita y entretenida y sus personajes entrañables. Pero se echa de menos el nivel de "La fuente de las mujeres".