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El bosque y el mar

El estuario del Miño alberga algunas de las playas más espectaculares del noroeste e inmensos arbolados que tapizan las dunas. Subir hasta miradores como el de Santo Antão, en Caminha, es una experiencia para los sentidos

Pinar de Camarido. //viajecomigo.com

Caminha suma una larga historia y un magnífico paisaje litoral y serrano, estando como está envuelta por el estuario del Minho y la Serra D'Arga detrás, componiendo una sinfonía particularmente bella. Dentro de este mosaico natural se encuentra la playa de A Foz, donde el río y el mar se encuentran, un espacio mágico que une el bosque y el océano y que da cobijo a gran variedad de especies adaptadas al ambiente salino. Forma parte de la Mata Nacional do Camarido, una zona protegida de 143 hectáreas que abarca las parroquias de Vilarelho, Cristelo y Moledo.

La Mata Nacional do Camarido, mandada plantar por el rey Dom Dinís, es uno de los lugares más hermosos y apacibles del concello. Se trata del mayor pinar atlántico al norte del Duero, aunque el bosque guarda también numerosos ejemplares de otras especies como alcornoques o laureles. Es Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y su papel es de vital importancia en el equilibrio ecológico del estuario miñoto. Ánades reales, azores, cucos y diferentes especies de murciélagos son algunos de los muchos habitantes de esta mata verde al borde del mar, además de la flora asociada al espacio protegido.

Este tapiz verde puede recorrerse a través de diferentes caminos y sendas abiertas entre los pinos desde Caminha hasta Moledo, con acceso desde ambas poblaciones. También puede hacerse el trayecto desde la línea de playa, frente a la Ínsua que cierra la desembocadura. La isla que alberga el fuerte del mismo nombre -Ínsua- construido en el siglo XVII alberga numerosas historias de la frontera, además de los vestigios de un pequeño convento franciscano en el que todavía se aprecia la cocina, el refectorio, la iglesia y el diminuto claustro.

La visita no sería completa sin subir hasta Vilarelho y la capilla de Santo Antão, desde donde se observan unas magníficas vistas, con la Serra d'Arga, la Ínsua y la Foz do Minho desplegadas en el horizonte. Después hay que descender en dirección a Cristelo, cuyo topónimo recuerda los poblados castreños. La brisa acompaña el camino y aún hay oportunidad de ver un molino de viento característico de estas tierras litorales. Abajo espera Caminha con toda su historia asomada al Minho y al Atlántico.

En esta villa pueden verse joyas arquitectónicas como la iglesia matriz, un templo de arquitectura gótica, decoración manuelina y renacentista, clasificado como Monumento Nacional desde 1910. La urbe alberga otras construcciones como la Torre do Relógio, también Monumento Nacional. Del siglo XII, es testigo poderoso de las murallas que cercaban la villa. Su interior está musealizado y acondicionado para las visitas, que pueden subir hasta las almenas y deleitarse con las vistas, con Galicia a un lado y el Atlántico y el Minho fundiéndose en abrazo permanente.

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