¿Se puede hacer una película de monstruos gigantes (kaiju eiga, las llaman los que más saben del tema, en Japón) que sea a la vez un profundo y certero análisis sobre la ambición y la frustración, el machismo en las relaciones de pareja y los efectos incontrolables del alcohol? Nacho Vigalondo demuestra que sí, que todo es parte de la Gran Metáfora, y que además Anne Hathaway es estupenda si la dirige él. Pero no se vayan todavía, que aún hay más: a Vigalondo no le tiembla el pulso al aparcar la corrección política para poner a un hombre y a una mujer peleando (literalmente) al mismo nivel, entre otras hazañas. Sacó al monstruo que lleva dentro y es más grande que Godzilla.