En uno de los capítulos más inspirados de "El principito", lectores y protagonista aprendemos que "domesticar" significa "crear lazos". El zorro lo cuenta con cierta condescendencia, como si revelase un secreto que debiera ser de todos conocido pero que se ha perdido en el runrún de las prisas. En esta película, en cambio, Carla Simón refleja ese proceso de domesticación, o de adopción de una familia, con la naturalidad que puede transmitir una pantalla plana. No se le cuelan en el cine las lagartijas de milagro, pero sí la ternura, la sensibilidad y el calor de ese hogar en construcción. Su belleza es arisca, como la de la naturaleza, y por eso mismo auténtica.