Pierre Dukan no domina del todo el castellano. El hombre que ha vendido más de once millones de libros en todo el mundo es consciente de que "choca" con el resto de nutricionistas. Sus seguidores -desde Hollande hasta Kate Middleton- se conocen como dukanianos.

Sus detractores alertan de los riesgos de una dieta basada sobre todo en la ingesta de proteínas con una auténtica galería de horrores: fallos renales y hepáticos, osteoporosis... Él no pierde la sonrisa y defiende que su dieta es natural, lógica, sencilla y saludable. El médico alerta contra el azúcar pero considera irrenunciable el placer.

En nuestra sociedad comer es, además, un hecho cultural. ¿Hacer dieta no va contra esa cultura?

Comer es una obligación biológica y luego sí forma parte de la cultura general de vivir bien y en comunidad. Desde el origen. Pero a partir de la II Guerra Mundial se impone una incitación negativa al consumo. Puedes tocar la felicidad profunda con la familia, el sexo, la naturaleza. Todo eso es gratis. A los productores no les gusta que sea gratis. Y animan a comprar un televisor que proporciona una felicidad superficial.

¿Quiere decir que la razón de que en EE UU más del 70 y en España casi el 50% de la población tenga sobrepeso es económica?

Económica fundamentalmente porque es una lucha entre lo que es gratis y natural al hombre y la obligación de comprar. Para la sociedad es vital que compremos.

¿Comemos más de lo que necesitamos?

Sí, desde luego.

Pero no todo el mundo engorda y adelgaza igual.

El factor genético es el 25% de la ecuación, luego el nivel educativo en correlación con el social.

¿Las mujeres lo tenemos peor para mantener la línea?

No, no, no. Los hombres son más gordos que las mujeres, pero a las mujeres no les gusta. Los hombres esperan más a que el cardiólogo les dé el aviso.

Si no todos somos iguales, no servirán las dietas universales.

En la dieta hay tres elementos fundamentales: proteínas, hidratos de carbono y grasas. No hay muchas posibilidades de hacer una dieta para cada uno. Yo propongo utilizar un poco más de proteínas de lo normal y un poco menos de azúcar y grasa. Solo eso. La clave está en estructurar bien la dieta. Y tres medidas: los jueves siempre proteínas, veinte minutos caminando y el salvado de avena. Es fácil.

¿Cómo explica usted que de su método se hablen tanto maravillas como horrores?

Las personas que hablan maravillas son las que lo han seguido y las otras son competidores, nutricionistas que promueven dietas basadas en reducir las calorías. Nunca los directores de los hospitales. Es lo que les han enseñado, un problema de falta de altura de miras. Desde siempre les han hablado de las dietas que descuentan calorías.

¿Y los grandes cocineros?

A ellos no les preocupa. Su razón de existir es el gran placer. Pero debemos hablar con ellos porque son emisores de cultura.

¿La prisa es enemiga de la buena alimentación?

Ah, sí, la prisa, sí.