Aunque a nadie le amarga un dulce, el tipo de edulcorante que consumimos en multitud de alimentos ha generado un amplio debate en los últimos años por su impacto en la salud.

El azúcar refinado sigue siendo el más utilizado por la industria alimentaria y el más consumido. Sin embargo, su asociación con la obesidad, la diabetes o los problemas de salud bucal ha hecho que muchos consumidores hayan buscado alternativas, entre ellas edulcorantes artificiales como la sacarina o el aspartamo.

En los últimos años, sin embargo, el mercado se ha fijado en otras opciones de origen natural, como la fructosa y la stevia. Pero la falta de conocimiento sobre las propiedades de cada edulcorante y la difusión de estudios sin consenso científico han arrojado nuevas sombras sobre los posibles efectos en nuestra salud de todos ellos.

El azúcar común, o sacarosa, se obtiene de la caña de azúcar y de la remolacha y está formado por glucosa y fructosa. Según explica la dietista y nutricionista María Egusquiza Taramona, aporta 4 kilocalorías por gramo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja que su consumo no supere el 10% o incluso que sea inferior al 5% de las calorías diarias recomendadas.

Por su aporte calórico, es su ingesta elevada lo que se vincula con diferentes enfermedades, como la obesidad o la diabetes tipo 2. Algunos estudios, como el del endocrino pediátrico Robert Lustig, de la Universidad de California-San Francisco (EEUU), sostienen que lo peor no son las calorías, sino que es tóxico: por la forma en que se metaboliza, dañaría también el hígado. La mayoría de expertos, en cambio, solo desaconseja que un consumo elevado, y relacionan en mayor medida con la obesidad los problemas que puede ocasionar.

La fructosa

La fructosa es un edulcorante que contiene las mismas kilocalorías por gramo que el azúcar y que se encuentra en frutas y verduras. Esa proporción no la hace en principio aconsejable en dietas específicas. Sin embargo, su poder edulcorante es mucho mayor que el azúcar, por lo que necesitaremos una cantidad inferior para conseguir el mismo dulzor, según Egusquiza Taramona.

La stevia

Mayor protagonismo y controversia ha generado la stevia, un edulcorante que se obtiene de la hojas de una planta (Stevia rebaudiana) proveniente de Sudamérica. En todo caso, lo que encontramos en los supermercados es el glucósido de esteviol (E-960), ya que en España solo se puede consumir como producto procesado, al no estar autorizada la venta de la hoja.

Como destaca Egusquiza Taramona, la stevia apenas aporta kilocalorías (0,2kcal por gramo), lo que la hace más aconsejable para personas diabéticas. Más allá de eso, no existen evidencias científicas suficientes sobre otras propiedades beneficiosas para la salud con las que habitualmente se quiere comercializar este producto.

Pero, ¿cuál es la mejor opción? Para Egusquiza Taramona, lo mejor es evitar estos edulcorantes en la medida de lo posible, porque el azúcar ya está presente en la inmensa mayoría de los productos procesados que encontramos en el supermercado. "En caso de querer añadir dulzor a mi yogur lo más saludable sería añadir, por ejemplo, fresas o unos trozos de plátano", aconseja.