Exponerse al sol de forma moderada mejora nuestro estado de ánimo, aporta vitamina D al organismo y refuerza el sistema inmunológico. Aún así, todos estos efectos beneficiosos para la salud pueden dejar de serlo si no se toman las precauciones necesarias a la hora de proteger la piel. Tomar el sol sin medida puede incrementar el riesgo de padecer quemaduras, signos de envejecimientio prematuro y cáncer de piel.

Ante esto, los dermatólogos insisten en la importancia de emplear los protectores solares de manera correcta para reducir al máximo los riesgos que trae consigo la exposición solar. No basta con aplicar la crema de protección, sino que debes hacerlo de un modo y en un momento específico.

Según los especialistas, para que la crema solar sea efectiva debe aplicarse media hora antes de la exposición. La dermatóloga Victoria Nespereira Jato es tajante: "La crema protectora debe de ser primero absorbida y uniformemente distribuida por la piel. De otra forma nos estaríamos exponiendo sin estar realmente protegidos". Es fundamental no dejar pequeñas zonas sin proteger, como orejas, escote, manos, dorso de los pies y labios.

Otro especialista, Francisco Allegue Rodríguez, destaca la importancia de repetir este proceso varias veces a lo largo de la jornada. "A veces creemos que estamos protegidos y no lo estamos, porque nos bañamos, sudamos y no aplicamos la cantidad suficiente. En estas situaciones ya no tenemos protección, con lo cual debemos reaplicarla", advierte.

El siguiente paso es elegir el factor de protección adecuado para cada tipo de piel. Las características de la misma y la existencia de enfermedades cutáneas concretas pueden condicionar el tipo de fotoprotector que se debe emplear. Los dermatólogos Lidia Pérez Pérez y Juan García Gavín indican que el FPS o Factor de protección solar hace referencia a "la capacidad de protección de un producto concreto frente al eritema producido por la radiación ultravioleta B (UVB)". La experta Victoria Nespereira Jato define esta radiación como "aquella que produce el enrojecimiento y la de mayor riesgo para el cáncer cutáneo", aunque la radiación UVA también contribuye a ese daño y además es "la principal responsable del envejecimiento cutáneo".

Lidia Pérez y Juan García aseguran que la principal limitación de esta prueba es la cantidad de producto aplicado. "En la vida real, los usuarios se suelen aplicar entre la mitad y una cuarta parte de la cantidad de fotoprotector que deberían aplicarse para conseguir el índice de protección que figura en el etiquetado del producto", apuntan.

El resultado más común de una exposición solar sin precauciones son las quemaduras solares. En este caso, los especialistas aconsejan en primer lugar acudir a revisión. "En caso de que se produzcan quemaduras solares es recomendable realizar una valoración dermatológica, puesto que en muchos casos puede ser necesario prescribir medicación tópica u oral para tratar la inflamación cutánea y las molestias derivadas de ella", dicen Lidia Pérez y Juan García, quienes añaden que el uso del aftersun, a diferencia de muchas cremas hidratantes.

Los niños, con precaución

Los dermatólogos aconsejan una exposición mínima y protección adecuada en los menores de tres años. "Los niños tienen la piel más sensible y deben usar hasta los dos años filtros físicos, que no se absorben por la piel y actúan ejerciendo efecto barrera, es decir, hacen que los rayos sean reflejados y no lleguen a penetrar la piel", resalta Victoria Nespereira.

Los expertos Lidia Pérez y Juan Garcia confirman que la mayoría de los fotoprotectores etiquetados como pediátricos incorporan también ciertas cantidades de filtros orgánicos, y añaden que los niños menores de seis meses deben evitar la exposición al sol. "Debido a las diferencias anatómicas, fisiológicas y funcionales que existen entre la piel de los niños y la de los adultos, no es aconsejable que los niños menores de seis meses se expongan a la radiación solar", aclaran.