El presidente de la Real Academia de Medicina de Galicia, José Ignacio Carro Otero, saca del olvido la "expedición Balmis-Salvany", misión capitaneada por dos médicos embarcados en la corbeta "María Pita", que partió en 1803 de A Coruña rumbo a América con la vacuna de la viruela para inyectarla a la población de los territorios del Imperio de Carlos IV. El médico e historiador relata la aventura en la que participaron 22 niños huérfanos, que llevaron el fluido en sus brazos hasta América.
-¿Estamos ante una expedición filantrópica que ha permanecido oscurecida?
-No se le ha dado la importancia que tiene y es el primer hito mundial en la medicina preventiva. Llevó la vacunación antivariólica, que estaba recién descubierta, a tres continentes. Se vacunaron territorios en Europa, América y Oceanía. Incluso, algo en África (la isla de Santa Elena). La expedición duró desde 1803 hasta 1814. En cada sitio donde vacunaban dejaban preparado un grupo instruido para seguir vacunando. Se hacía una especie de cadena continua.
-¿Estaban ante una enfermedad letal?
-Tenía una mortalidad de un 30-40% y los que sobrevivían quedaban con lesiones tremendas: picaduras, cegueras por lesiones en las córneas, encefalitis, neumonías... Fue una expedición intrínsecamente buena y de alcance tridimensional. Vacunaron los territorios españoles y fue una gesta personal que no tiene palabras.
-¿Qué reconocimiento tuvieron los médicos Balmis y Salvany?
-Salvany (catalán, subdirector de la expedición), que dirigió la segunda parte él sólo, se muere en Cochabamba a los treinta y tantos años, después de padecer mil y una penalidades, y España no lo recompensó con nada. Balmis, por su parte, sólo estuvo de 1803 a 1806 y cuando regresó fue recibido con honores.
-¿Por qué siendo uno de Barcelona y otro de Alicante parten de A Coruña?
-Por una razón práctica: buscaron un puerto más próximo a América y con experiencia de viajes a este continente. A Coruña tenía un servicio mensual de barcos que hacían el correo oficial regular a La Habana y Río de la Plata. Además, llevaban mercancías y pasajeros. Eran barcos con arboladuras reforzadas para ir más rápido y estaban artillados para salvarse de los corsarios. Había una experiencia en esa navegación. De La Habana se repartían por América.
-Además de Balmis y Salvany, ¿quiénes integraban la expedición?
-Un grupo de niños huérfanos, que eran los portadores de la vacuna; es decir, niños vacuníferos. Se había probado untar el jugo de las heridas (la vacuna) en un cristal, poner otro encima, presionar y envolver en un papel. Cuando lo necesitaban, despegaban los cristales, echaban agua, hacían una papilla y unas veces funcionaba y otras no. Para no correr el riesgo optaron por llevar la vacuna en vivo.
-¿Estamos ante la primera expedición sanitaria?
-Sí, la primera y, además, tricontinental y filantrópica. Era gratis, lo que nos honra, ya que entonces había vacunación de pago, con alto costo. Funcionaban barcos amorales que llevaban el virus vacunal de la misma forma para cobrar. Sólo la podían pagar las clases más pudientes. Al hecho en sí hay un plus añadido.
-¿Se criticó que participaran niños?
-No, entonces se vio ético por una razón: eran huérfanos, estaban en orfanatos, pero en realidad no hubo daños de relevancia en ellos. Estaban muy bien cuidados y como premio a su contribución a la causa se les garantizaban oficios especiales. En principio, estaban condenados a nada cuando eran mayores y, en cambio, con esta actuación los formaban.
-¿Regresaron o se quedaron en los países que visitaron?
-Los que salieron de aquí volvieron. El tiempo de espera que tenían que tener para regresar permanecían alojados adecuadamente por las autoridades locales y muchas veces, incluso, en el palacio del obispo, que los acogía consciente del servicio que habían hecho.
-¿Iban acompañados?
-Iban muy bien cuidados, incluso en el barco. Tuvo un papel importante la rectora de la casa hospicio de La Coruña, que provee la mayor cantidad de los niños. Los atendió durante todo el viaje. Hay que tener en cuenta que cada diez días se pasaba la vacuna de unos a otros, y concluida esta fase quedaban con alguna molestia. Un peligro que tenían si no hubiera una cuidadora eficaz era el contagio entre ellos.
-¿Qué peligros corrieron?
-Los temporales fueron lo peor de todo. El viaje desde Acapulco hasta Filipinas duró 50 días y tuvieron gran cantidad de tempestades, aunque aguantaron. Entonces ya había niños mezclados. En América incluso hubo que comprar niños esclavos; también los alquilaban a padres pobres, pero siempre garantizando el retorno a sus casas.
-¿Sin esos niños no hubiera sido posible la expedición?
-No, porque no había manera de conservar el fluido de la vacuna ya que los cristales eran inseguros.
-¿De cuándo data la viruela?
-La enfermedad ya está documentada en alguna momia egipcia de la época de Ramsés II, pero no los tratamientos. Hay una prevacuna en épocas anteriores, sin capacidad de precisar, en China, e incluso en Turquía, ya que la viruela viene de Oriente. Entra en Europa cuando ambos establecen relaciones, a partir de las Cruzadas. Y los españoles la llevamos a América, al igual que otras enfermedades que allí no existían y que crearon una mortalidad tremenda porque no tenían anticuerpos.
-También se usó como arma de guerra.
-Sí, los ingleses, durante la conquista de territorios americanos, en los siglos XVIII y XIX, repartían a los indios ropas y mantas de beneficencia contagiadas de sarampión o varicela haciendo un genocidio biológico.
-¿La vacuna es uno de los mayores hallazgos de la medicina?
-Hoy llamamos vacuna a una actuación gracias a la cual prevenimos una enfermedad concreta, pero el término "vacuna" viene de la viruela de las vacas, que es de donde sale, procede de la enfermedad de este animal.
-¿Esa expedición fue el primer paso para la erradicación de la enfermedad letal?
-La Organización Mundial de la Salud la declaró extinguida en 1990, pero algunos países han guardado ciertas cantidades del virus, que serían las llamadas armas químicas, de destrucción masiva.
