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Día Mundial contra el cáncer de mama: De "sí, yo gané la batalla" a "lo conseguiré"

Dos gallegas, una que ha superado la enfermedad y otra que acaba de recibir el diagnóstico, cuentan cómo viven el proceso, entre la duda y la esperanza

Carmen Blanco (izquierda) y Luisa Martínez, en la sede de Adicam en Cangas. // FDV

Hace doce años, cuando Luisa Martínez jugaba con su perro, éste le dio sin querer una patada en el pecho. A partir de ese momento, notó un bultito en esa zona, pero no le hizo demasiado caso porque pensó que se debía únicamente al golpe. "Lo vas dejando y dejando hasta que un día te das cuenta de que ha crecido y que deberías acudir, por si acaso, al ginecólogo", cuenta esta canguesa de 61 años. Cuando finalmente se decidió a visitar al especialista le recomendaron quitárselo "aunque decían que seguro que era bueno pero que total no hacía nada allí".

La operaron y finalmente -e inesperadamente para la paciente, según las expectativas que le habían creado- escuchó la palabra temida: cáncer. Era un tumor de tipo hormonal, como en el 70% de los casos. "Me desplomé, me parecía terrible lo que me estaba sucediendo y no me lo podía creer", recuerda. A los pocos días la metieron de nuevo en quirófano, le quitaron el pecho completo y le vaciaron la axila ya que tenía dos ganglios afectados.

"Yo no podía pensar más que en una señora que había cuidado hacía años y que había sufrido un cáncer de mama; los tratamientos entonces eran mucho más agresivos y tenía esa imagen tremenda", recuerda. Poco a poco, Luisa se dio cuenta de que las cosas habían mejorado mucho en los últimos años pero echó de menos una mayor sensibilidad por parte de los médicos para esos primeros momentos tras el diagnóstico. "Ellos están muy acostumbrados a esto pero no se dan cuenta de que nosotras no. Cuando fui a por los resultados le dije al médico: 'Es que estoy muy nerviosa' y él me dijo: 'Más nerviosa va a estarlo cuando le diga lo que tiene'. Desde luego, no fue una buena manera de empezar", lamenta la gallega, madre de cuatro hijos.

Para Luisa, entrar en contacto con otras mujeres -se hizo socia de la asociación Adicam (Asociación de diagnosticados de cancro de mama)- que habían ya pasado por lo mismo que sufría ella en ese momento "fue mi salvación". "La familia te apoya todo lo que puede pero realmente lo que te dicen otras mujeres que lo han sufrido es lo que más te ayuda, al menos para mí fue así", relata.

Luego vinieron la quimioterapia, con la consiguiente pérdida del pelo "ya desde la segunda sesión, "aunque no tuve problema en ponerme una peluca de otro color completamente distinto al mío", sonríe. Y después la radioterapia y cinco años más con el tratamiento hormonal de Tamoxifeno, "que también tiene efectos secundarios, sobre todo en las articulaciones", apunta Luisa. Y, finalmente, la reconstrucción del pecho, "que me hizo sentir mucho mejor", confiesa.

Pero todo pasó y Luisa pasó a formar parte del 85% (98% si son tumores HER2+) de casos que superan con éxito el cáncer de mama. "Hace dos años me dieron el alta definitiva y ya solo tengo que ir a revisión una vez al año; estoy curada y tengo las mismas probabilidades que cualquier otra persona para sufrirlo de nuevo", explica. Ahora, sigue trabando en la empresa familiar, dedicada a la construcción, y cuida de sus siete nietos siempre que puede.

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Ya curada, Luisa sigue participando activamente en Adicam y ayudando a mujeres recién diagnosticadas. Entre ellas se encuentra Carmen Blanco, que fue operada hace un mes y medio de un tumor que le detectaron en una mamografía rutinaria y ayer tuvo un encuentro con Luisa en la asociación.

"La noticia siempre te asusta aunque la verdad es que la operación fue mejor de lo que pensaba", apunta esta moañesa de 61 años. "No me quitaron todo el pecho, solo las partes afectadas y me lo reconstruyeron en el mismo momento", describe. Sin embargo, la primera experiencia con la quimioterapia, hace menos de una semana, ha sido dura. "Siento como si me hubieran sacado todas las fuerzas del cuerpo; no puedes ni caminar bien... la siguiente será dentro de 21 días y me agobia pensar en ello", confiesa.

Trabajadora en una conservera, ahora está de baja, pero se muestra positiva respecto al futuro. "Se que la mayoría de las mujeres se curan; yo misma colaboro en la asociación desde hace tiempo, antes de pensar siquiera que iba a sufrir la enfermedad, pero lo cierto es que el proceso es duro", añade. "Cuando comparo con lo que tienen otras personas siento que no puedo quejarme", concluye. Valiente y luciendo el lazo rosa con orgullo.

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