El científico español que hasta hace pocos meses fue director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona y ahora trabaja en EE UU, Juan Carlos Izpisúa, acaba de dar con la técnica que podría engendrar una "fábrica de órganos" para humanos en el futuro, como ya han llamado a su proyecto científicos gallegos expertos en Genómica. Crear órganos en cerdos para trasplantes humanos. Suena a ciencia ficción, pero se ha probado -experimentalmente- en mamíferos. Y está a la espera de reunir los protocolos y permisos necesarios de las autoridades americanas, para ensayarlo.

Obsesivo, constante y con una tendencia a trabajar día y noche. Así se definía en una entrevista reciente de FARO, Izpisúa Belmonte (Hellín, 1960), un científico que soñó con reemplazar los tejidos dañados de los humanos. Ese fue el sino y la razón de vida del investigador que ha logrado -tras muchos estudios de terapia celular- una técnica con la que crear órganos en cerdos y, una vez fabricados del todo, ser trasplantados a las personas.

Desde su laboratorio del Salk Institute en La Jolla, California, ha desarrollado un procedimiento que dará que hablar. Supuetamente, ha logrado generar órganos en diferentes animales, tal y como expuso recientemente en una conferencia celebrada en Albacete dentro del Ciclo de Seminarios de Investigación en Biomedicina 2014, organizado por el Instituto Roche, y como adelantó el diario El Mundo.

Los parecidos entre el cuerpo humano y el del cerdo fueron confirmados por la genómica recientemente. Algo se sabía, ya que son muchas las sustancias del organismo porcino que se utilizan con fines médicos, como la insulina, una hormona esencial para los diabéticos.

Se trata de un procedimiento innovador que dista mucho de las anteriores propuestas, porque se basa en técnicas desarrolladas hace pocos meses. Contemplan el empleo de células iPS, las ideadas por el Premio Nobel de Medicina, Shinya Yamanaka, y que son similares a las embrionarias pero en lugar de proceder de un embrión -con sus consiguientes connotaciones éticas- se obtienen, tras una serie de procesos, de la piel o del pelo de un individuo. El planteamiento se basa primero en la edición genómica y después en la complementación del blastocisto (un embrión en una fase inicial).

Es decir, primero había que modificar el embrión de un animal -por ejemplo el cerdo- para que su ADN no genere un órgano, pongamos el hígado. Lo hace quitándole los genes responsables de ese órgano. El embrión, que de esta manera sería inviable, se complementa inyectándole otras células. Ese segundo paso se hace con las iPS de otro cerdo (que en un futuro podría ser de una persona), es decir, se toman células de la piel de otro animal y se modifican para regresarlas a un estadio más primitivo. En el caso con humanos, serían células del propio paciente las implantadas.

Al insertarlas en el embrión carente de ese órgano, se diferenciarán en aquellas que formarán un hígado. Éste pertenecería, genéticamente hablando, a ese segundo animal o, si se lograra, a la persona que donó las células de su piel, por ejemplo un paciente que necesita un trasplante de hígado. Según afirmaba el investigador en Albacete, ya han conseguido generar órganos así con animales de la misma especie (entre ratones o entre cerdos) y con especies diferentes, entre rata y ratón.

Estas iniciativas recuerdan a los intentos que desde 1960 se han realizado para desarrollar órganos humanos dentro de animales transgénicos y que se denominan "xenotrasplantes", tal como recuerda la catedrática de Genómica gallega, Laura Sánchez Piñón. "Es un investigador realmente muy importante dentro de la base biológica de los procesos de la medicina regenerativa", asegura sobre Izpisúa.