Hay dos momentos principales a lo largo del año en el que miramos de forma especial la báscula: después de las fiestas navideñas y en la operación biquini de primavera. Entonces nos ponemos en manos de dietas que prometen una pérdida de peso rápida y sin esfuerzo. Pero, ¿existe alguna dieta así? No.

En 2007, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ya advirtió de la ausencia de base científica y de los peligros que las dietas milagro suponen para nuestra salud. La dieta de la Clínica Mayo, la 'Dieta disociada', la 'Dieta de Atkins' y la 'Dieta del grupo sanguíneo' son algunos ejemplos que entonces se analizaron. La 'Dieta Dukan' se añadió más tarde por recomendación de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AEDN). A pesar de estas advertencias, lo cierto es que cada año en España se gastan millones de euros en este tipo de dietas y en productos para adelgazar.

De modo que, ¿en realidad somos conscientes del riesgo?

Existe una alternativa: Educar. Educar para seguir unos hábitos de vida saludables. Y los dos pilares fundamentales son una alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio físico.

Para empezar, debemos averiguar si existe exceso de peso y para ello se utiliza el índice de masa corporal (IMC). Se puede hablar de kilogramos de más cuando hay exceso de grasa corporal, no pudiendose aplicar cuando es consecuencia de una gran masa muscular. El IMC se obtiene dividiendo el peso en Kg por la altura en metros al cuadrado. Si este valor está entre 20 y 25 el peso es normal; de 25 a 30 es sobrepeso y a partir de aquí, obesidad. Estos parámetros se han establecido en base a la curva de mortalidad que indica menor riesgo para IMC entre 20 y 25. Un ejemplo para ilustrar: una mujer que mide 1.65 metros puede pesar entre 54 y 68 kilos.

Si hay exceso de peso, el siguiente paso es averiguar a qué se debe. Un desequilibrio entre la ingesta calórica y el gasto energético es sin duda la razón más habitual. Sin embargo, ciertas alteraciones del metabolismo y algunos fármacos también pueden contribuir.

Averiguar, además, los hábitos alimenticios y la cultura nutricional es fundamental para corregir posibles errores y proporcionar una correcta educación alimentaria. La valoración de todos estos aspectos por parte de un experto en nutrición es esencial.